¿Qué quedará en el memorándum visual de una generación que jamás haya visto una pintura, que ningún clásico consiguió ser lo suficiente para serle relevante? Fotogramas, clímax, fragmentos de películas que consiguieran provocar su emoción, activando su memoria, capturando un pedacito de relevancia dentro de la global indiferencia. Es el arte de Damian Loeb.
Loeb plantea escenas inquietantes que recuerdan a un Edward Hooper actualizado, posmodernizado con el filtro del séptimo arte contemporáneo. Sólo nos deja ver una parte, sólo nos muestra el comienzo, un breve fragmento de la acción que está en ciernes, creando desasosiego, insatisfacción ante la expectativa de lo que está por venir. Pero quizá es que la realidad se agota aquí, es que la realidad sólo sea un «está por suceder que nunca sucede»... ¿No es ese el auténtico mensaje de la posmodernidad? No hay un final feliz, no hay un paraíso prometido al que llegaremos, tan sólo un presente efímero y escurridizo, tan sólo una promesa incumplida.
Y de nuevo la pérdida de protagonismo del observador en la acción (que no en el cuadro): el hombre ya no es el sujeto de la historia, ya no puede cambiarla (pues quizá ya no haya nada que cambiar, ese será el nihilismo del último hombre). El observador es un mero voyeur, alguien que ya sólo aspira a la conquista del efímero momento pecaminoso para romper con la futilidad de su cotidianeidad. Esa miserable conquista de una pequeña emoción fuerte será el último refugio.
Visto en Uno de los nuestros. Más en la Web de Damian Loeb. Siento que las imágenes, al ser tan pequeñas, no consigan crear el impacto que los originales (que miden varios metros), los cuales han de ser una auténtica delicia visual.
Unas imágenes muy sugerentes. No lo conocía a pesar de que frecuento la página de Enkil.org. Gracias por compartirlo.
De nada 🙂