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Una de las tesis más famosas de la historia de la filosofía, la clásica idea del empirismo inglés de que no existe nada innato en nuestra mente, que todo lo que hay en ella procede de la percepción sensorial, me ha parecido siempre absurda. Pero desde que soy padre, la idea me parece ya grotesca. ¿Es que acaso un hombre de la talla intelectual de Locke no observó nunca el desarrollo de un niño? Mi hija, actualmente con dos años y tres meses de edad, viene equipada de serie con un montón de habilidades claramente innatas, habilidades que es imposible que provengan del exclusivo aprendizaje o la mera observación.

Por ejemplo, África tiene ya un notable dominio de los nombres de los colores. Pensemos que identificar el color de un objeto es realizar una abstracción primitiva: hay que separar el objeto del color. Si tenemos dos objetos, una pelota roja y un osito blanco, parece sencillo que, por repetición, la niña aprenda a llamar «pelota» a la pelota y «osito» al osito. Pero, si le indicamos los colores, tiene que discernir que una cosa es el identificador del objeto en general, el nombre común y otra el color del objeto, y que el uso del nombre y del adjetivo son diferentes. «Osito» designa un objeto con muchas propiedades y el color es una única propiedad asignable a múltiples objetos. No creo que la distinción entre un nombre común y un adjetivo pueda aprenderse únicamente viendo como las personas que la rodean hacen ese uso diferencial.

Pero una habilidad que me llama poderosamente la atención y que es imposible que sea aprendida es la capacidad de extrapolación. Esta habilidad de aplicar algo a un objeto o situación con alguna semejanza a otra ulterior, es imposible que sea aprendida. Supongamos que África ve como su padre llama a un objeto «osito». Luego a otro, no exactamente igual pero con ciertas semejanzas, también lo llama «osito». Después le muestro otro osito, igualmente, no exactamente igual a los dos anteriores. ¿Cómo puede saber África por mera imitación que este tercer osito es también un osito? Tiene que abstraer algún tipo de cualidad en la que los tres ositos coincidan. Sin esa capacidad de abstracción, sin esa habilidad es imposible que por imitación el tercer osito sea también un osito. África podría pensar que los dos primeros ositos son los dos únicos «ositos» del universo, y que el tercer osito, aunque con semejanzas con los dos anteriores, no se llama osito. Si extrapola es porque tiene que tener un «generador de conceptos» innato, un sistema que dice que si ves varios objetos similares, llámalos con el mismo nombre.

Otro ejemplo que me dejó totalmente perplejo es el siguiente. África diferencia perfectamente los objetos grandes de los pequeños. Para referirse a lo pequeño utiliza la graciosa expresión «chito» (pequeñito). Pues bien, el otro día estaba yo dándole su baño vespertino cuando su madre entró un segundo al baño a coger una toalla. África se dio cuenta y la vio entrar y salir en unos pocos segundos. Entonces me miro y me dijo «papá, mamá chito, chito…». Al principio no la entendí pero luego me di cuenta que se refería al lapso de tiempo en el que la madre había estado en el baño. África había extrapolado el tamaño de los objetos a la duración temporal. Ignoro si alguna vez habrá escuchado a algún adulto referirse al tiempo y lo habrá comprendido, pero el hecho de entender que el tiempo también tiene duración me pareció asombroso. Y es que el tiempo es algo que no se puede observar como un color o una forma, el tiempo es algo absolutamente abstracto. ¿Cómo podría decirse que el tiempo puede aprenderse por mera observación? Es imposible, tenemos que venir equipados de serie con un sistema de reconocimiento de patrones temporales.

Lo mismo ocurre con el espacio. Siendo África mucho más pequeña (tendría unos pocos meses) y estando, de nuevo, en la bañera, comprobé como cuando su patito de goma abandonaba su campo de visión y flotaba a su espalda, ella intentaba darse la vuelta o hacer movimientos con los brazos para alcanzarlo. ¿Cómo podría saber África eso? ¿Cómo puede saber que cuando un objeto hace una trayectoria que sale de su campo de visión, ese objeto continua con la misma trayectoria y no desaparece para siempre? Podría objetarse que, en ocasiones anteriores, el bebé ha visto un objeto salir de su campo de visión, y luego, al volverlo a ver de nuevo, el objeto seguía existiendo y estaba en el punto de la trayectoria esperado. Sí, pero, para saber que el objeto ha seguido la trayectoria esperada hay que hacer un cálculo de la velocidad que llevaba. Si fuera muy rápido, su posición esperada sería diferente a si fuera muy despacio. ¿Ha aprendido la niña a calcular velocidades y trayectorias, simplemente, observando cómo lo hacen los adultos? Imposible, sencillamente, porque el cálculo de trayectorias es un proceso mental solo observable en primera persona.

He leído en varios lugares que nuestra precisa capacidad de calcular trayectorias es una herencia genética de nuestros ancestros primates. En un entorno arborícola, calcular con precisión la trayectoria de un salto constituye la diferencia entre llegar sano y salvo a un lugar o caer desde varios metros de altura. Esta habilidad se explica muy bien de modo darwiniano: los primates que, gradualmente, fueron mejorando sus capacidades de predicción de trayectorias fueron los más aptos. Es posible. Profundicemos más. Para Aristóteles, uno de los elementos más característicos de la naturaleza es el movimiento (la kínesis) y, por lo tanto, era esencial explicarlo. Así nació la física como estudio del movimiento. Si Aristóteles no hubiese tenido un sistema de predicción de trayectorias, es decir, sin un sistema para captar el movimiento, no hubiera jamás existido la física, ni las leyes de Newton ni la teoría de la gravedad. Parece plausible que la reina de las ciencias, el gran orgullo del intelecto humano, jamás hubiese aparecido si no hubiésemos tenido unos parientes que vivían en lo alto de los árboles.

Un penúltimo ejemplo. El otro día, en casa de mis suegros, África se escondió en armario. Su abuelo estaba buscándola y tardó un buen rato en encontrarla (el podre hombre ya comenzaba a estar preocupado). Después del suceso la niña le dijo a su madre «África escondida y el Pata (mote de su abuelo) no sabe». Un bebé de dos años estaba demostrando que tenía teoría de la mente, es decir, que sabía que su abuelo, al igual que ella, no sabía cosas; comprendía que su abuelo tiene una mente y conoce o desconoce. De nuevo, la mente de los otros no es observable por los sentidos. Estoy seguro que venimos equipados con una teoría de la mente innata.

En mi opinión, en el debate entre innato y adquirido, lo innato gana por goleada. Es, prácticamente de sentido común, que para aprender cualquier cosa, primero tienes que tener un sistema capaz de aprender esa cosa y que, por mucho que nuestros sistemas de aprendizaje sean muy potentes y flexibles, tienen claros límites. Tenemos un sistema innato para aprender idiomas de forma que podemos aprender diferentes vocabularios y estructuras gramaticales. En este sentido, es un sistema muy flexible capaz de adaptarse a una inabarcable cantidad de «situaciones lingüísticas» diferentes pero, evidentemente, es un sistema para aprender lenguajes, no para realizar la fotosíntesis. Nuestros sistemas de aprendizaje marcan lo que podemos y no podemos aprender, moldean y limitan nuestra adquisición cultural.

Un último ejemplo, y esta vez en vez de mi hija voy a utilizar una garrapata (si bien, ambas tienen similitudes muy notables). Este ácaro carece de ojos y su órgano perceptivo fundamental es un olfato muy especializado en captar moléculas de ácido butírico. Su vida es muy sencilla. Trepa a lo alto de plantas y se queda quieta hasta que percibe la presencia de un posible huésped. El ácido butírico se encuentra en altas cantidades en la piel y en los órganos sexuales de los mamíferos. Cuando la garrapata lo huele, se deja caer con la esperanza de terminar cayendo encima de un animal, del que se alimentará succionando su sangre. Imaginemos que las garrapatas fueran inteligentes de modo que pudiesen razonar de modo similar al humano. Como su sistema perceptivo fundamental se encarga de percibir el ácido butírico, para ellas, el elemento fundamental de la naturaleza sería tal ácido. Así, podemos fabular con que estos parásitos pudiesen elaborar buenos conocimientos acerca de él. Habría universidades en donde se estudiaría acidología, ingenios tecnológicos que permitieran detectar el ácido butírico a largas distancias o enmascarado tras otros aromas, e incluso religiones que hablarían de una garrapata que fue enviada a la tierra por su padre: el Gran Butírico. Pensemos que las garrapatas tendrían un sistema de aprendizaje muy adaptativo y flexible que les permitiría saber todo lo posible acerca del ácido butírico. Sí, pero las garrapatas no tienen ojos ni oídos. Para ellas el color y el sonido no existen, y por mucho que su ciencia de la acidez avanzara jamás podrían tener ni la más remota idea de que existen melodías y obras pictóricas. Por mucho que aprendieran culturalmente, nunca podrían aprender nada para lo que no estaban previamente diseñadas, nada para lo que no vinieran equipadas de serie.

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Los sapiens organizamos el tiempo en el trinomio presente, pasado y futuro. Parece que organizar el tiempo de ese modo es condición necesaria para pensar. Sin gestión del tiempo no hay memoria y sin memoria no hay narración posible, no hay explicación posible de nada. Una garrapata normal (no inteligente) seguramente que no organiza el tiempo. Su comportamiento es explicable desde un conductismo simple: recibe el estímulo del ácido butírico y responde soltando sus patas para dejarse caer. Ignoro si la garrapata tiene algún tipo de estado mental (alguna sensación), pero desde luego no lo recuerda como un suceso del pasado. Las garrapatas viven sin que el tiempo exista. Comprender el paso del tiempo (o «ponerlo» en la realidad como entendía Kant) es algo totalmente innato.

 Siempre se ha entendido que lo innato son las habilidades y lo adquirido son los conocimientos. Yo, innatamente, puedo aprender idiomas, pero los diferentes idiomas que aprendo los adquiero. Sin embargo, yo creo que no es tan simple y que, seguramente, hay conocimientos que también son innatos. El neurólogo Michael Gazzaniga lo explica con una frase muy sugerente: «es más fácil enseñar a un niño a tener miedo a las serpientes que a las flores». Es muy razonable creer que, al igual que la selección natural premiara características biológicas como el ojo con lente, el caminar bípedo o el pulgar oponible, premiara también contenidos mentales: miedo a lo que es muy pequeño y se mueve, o a lo que se arrastra siseando… o incluso miedo al humano que tiene un color diferente al mío. Y ya no solo emociones primarias o pautas de comportamiento, sino conocimientos en el más puro sentido de la palabra.

comentarios
  1. Me ha encantado lo de la desaparición del patito, y también lo de la ToM infantil… innata. Todos venimos «equipados de serie», unos con Windows Vista y otros con Mac OS. Lo seguro es que si a un Commodore de mis tiempos le sugerías que entrara en Facebook… se habría vuelto loco 🙂
    Que disfrutes a África mucho! (y aprendas con ella :))

  2. Ana:

    La verdad es que disfruto mucho observando como la niña aprende y se enfrenta al mundo. Me parece alucinante cuando ve o comprende algo por primera vez. Tiene que ser maravilloso que todo sea nuevo y sorprendente para ti, un universo entero por descubrir. Al final, todos los sacrificios que conlleva la crianza merecen la pena.

    Un abrazo Ana.

  3. alejandrovu dice:

    Santiago:

    ¿Entonces el primer mono que trepó a un árbol ayudó a llegar hasta la luna? 😀

  4. angelnacar dice:

    Se podría decir, siguiendo con símiles informáticos, que venimos con la bios instalada y nos deben ir instalando aplicaciones para realizar distintas funciones.

  5. Yack dice:

    Disfrútalo mientras dure porque llegará un día en el que ella pensará que sabe más que tú de todo y entonces empezarán tus problemas y se acabará la diversión. Y te lo digo por experiencia.

    Saludos.

  6. Ananías de Cantimplela. dice:

    Veamos la dialéctica discursiva utilizada para afirmar que es absurda la afirmación de Locke de que cualquier cosa que se escribe en nuestra mente pasa necesariamente por los sentidos.
    La primera argumentación es: «siempre me ha parecido….»
    Otra: «Esta habilidad… es imposible que sea aprendida…»
    Otra: «En mi opinión…»
    Otra: «…y que seguramente hay conocimientos innatos…»
    Si hay una palabra para calificar este discurso es la de patético.
    Creo, maquinista que esta vez te ha pasado varios pueblos. Tu incapacidad para comprender completamente los mecanismos que utiliza tu hija para aprender te hacen desvariar. Lo que deberías preguntarte no es si Locke observó alguna vez el desarrollo de un niño sino cómo un profesor como tú puede formularse semejante pregunta. Como tú mismo dices pero aplicado a tu discurso y a tu formulación inicial: grotesco.
    El empirismo es una de las fuentes del desarrollo científico. Locke no hizo sino condensar magníficamente la observación, no sólo suya sino de otros muchos hombres, de un axioma básico para explicar y considerar epistemológicamente el fenómeno del aprendizaje.
    Que todo pasa por los sentidos es tan evidente que hasta el maquinista sería incapaz de contradecir dicha afirmación. Más difícil es considerar la inmensidad de ese todo. Esta dificultad, casi diría que imposibilidad, hace caer en la trampa a algunos,-incluyendo al papá extasiado – de
    simplificar ingenuamente y sacar conclusiones estrambóticas como la del innatismo de las ideas o un sistema específico para su desarrollo.
    La cuestión es muy sencilla. Cualquier niño privado de situaciones de aprendizaje se convierte en un despojo de sí mismo. Es un factor archiconocido y estudiado que niños aislados durante etapas básicas pierden la capacidad ulterior, pasadas esas etapas cronológicas, de cualquier tipo de aprendizaje haciéndolo mucho más dificultoso o sencillamente imposible. Este fenómeno si tuviéramos una impronta específica, como sugiere el maquinista, no se manifestaría tan virulentamente. En el caso de los idiomas es donde mejor se aprecia, precisamente. Niños con un cociente intelectual bajo en ambientes plurilingües en edades tempranas adquieren y dominan varias lenguas como instrumentos de comunicación sin ninguna dificultad. Por el contrario niños con altas capacidades posteriormente a estas etapas tempranas de experiencia multilingüe afrontan grandes dificultades para la comunicación en otras lenguas. Otra cosa diferente es la dotación itelectual específica de cada ser humano. Pero por ahí no van los tiros.
    Maquinista. Te mereces un pescozón y te lo proporciono con placer y con alegría. No puedo consentir que califiques a Locke y al empirismo de absurdo y que te vayas de rositas. Tal vez la única absurdez que haya que destacar sea tu atrevimiento y tu osadía al considerar que Locke jamás meditó en el desarrollo evolutivo de un niño. Y en lo que debes reflexionar también es en que tú como profesor y como hombre estás muy alejado de comprender los mecanismos específicos que intervienen en el aprendizaje. Más difícil te resultará considerar que como padre sólo eres un hombre que se gana la vida como profesor y que en casa del herrero cuchillo de palo.
    La plasticidad de la mente de un niño no está al alcance de las durezas de una dura mente paternal y voluntariosa y detrás de las ingenuas explicaciones que aplicas a extrapolaciones de tiempo, espacio y lo que se te ocurra, hay, con certeza, mucho más de lo que puedes llegar a vislumbrar. Así que te recomiendo un poco de humildad y pidas perdón a Locke.

  7. Jose dice:

    La etapa de los «por qué» debe ser mágica y preciosa, sobre todo para un filósofo… Estoy convencido que se vendrán muchas entradas gracias a tu hermosa niña. La harás famosa 😛

    Yo no creo que sirva par padre; siempre he pensado que si tengo niños me la pasaría poniéndole pruebas como las que se usan con chimpancés sólo para ver como se van comportando y comparar xD

  8. Jose dice:

    Por cierto, me es imposible no colocar esto… Buscando entradas añejas en este blog, me topo con un comentario tuyo criticando la visión de Dawkins de que el gran objetivo es pasar los genes a la siguiente generación. Cito textualmente:

    (La tesis de Dawkins) «Es cierta a nivel biológico y aún no sabemos plenamente su importancia a nivel conductual. Una psicología que no tenga esto en cuenta será infructuosa. Sin embargo, yo observo mi vida y compruebo que para mí no es lo más importante tener hijos (de hecho, me planteo seriamente si realmente quiero tenerlos). Es decir, que tu finalidad absoluta en tu vida sea la de dejar una importante descendencia génica no es algo tan claro»

    Los genes egoístas triunfan una vez más? 😀

  9. José:

    Yo te animo a que seas padre (eso sí, a su debido tiempo). A mí no me gustaban especialmente los niños y no me veía cambiando pañales y dando biberones. Pero, de repente, cuando eres padre, algo cambia en tu química cerebral que hace que estés todo el día con la baba colgando. Siempre digo que tener un hijo añade un +2 a tu grado de felicidad diaria. Es como estar drogado o enamorado.

    Y con respecto a Dawkins, bueno.. jaja… al final me ganó la partida. No, fuera bromas, lo que quería decir es que el hecho de que estemos diseñados para que nuestros genes pasen a la siguiente generación es solo una propensión. Pensemos en, por ejemplo, un sacerdote: elige deliberadamente no tener hijos. El complejo social y cultural es tan complejo que que incluso dejar descendencia puede pasar a un segundo lugar. El mismo Dawkins se ha tenido que defender en muchas ocasiones cuando le han acusado de determinismo genético, y creo que estaría de acuerdo conmigo.

  10. Yack:

    Espero con mucho temor la llegada de la adolescencia… Creo que la voy a ingresar en un convento de clausura para que jamás conozca varón ni reniegue de la autoridad de su padre…

  11. Ananías:

    Vaya, veo que hoy tampoco te has tomado la pastilla.

    Esta entrada no es un paper ni el resultado de años de investigación en un laboratorio. Casi no es más que compartir las gratificantes experiencias de la crianza de una niña. No pretende tener mucha más validez ya que, evidentemente, no realizo experimentos con mi hija.

    Dicho esto, voy a ponerme serio. El empirismo en el sentido epistemológico de basarse en la observación y criticar la metafísica, es algo muy válido. La feroz crítica de Hume a la filosofía racionalista es magnífica. Ahora bien, una cosa es basar tu conocimiento en la experiencia y otra muy diferente no admitir nada innato. Ya en tiempos de Locke, a su afirmación «No hay nada en el entendimiento que no proceda de los sentidos», Leibniz respondió «… menos el propio entendimiento». Hume, mucho más radical en su empirismo que Locke, aceptaba que en el entendimiento había principios de asociación de impresiones e ideas (principio de contigüidad, semejanza y causa-efecto), los cuales no pueden provenir de la experiencia. Algo más tarde, Kant perfeccionó muchísimo el asunto afirmando que existen un montón de categorías innatas que nosotros ponemos en la experiencia para comprenderla. Kant decía que la experiencia es la materia del conocimiento y el entendimiento, lo innato, es lo que le da forma.

    Con respecto a la privación de estímulos a niños que, más tarde, ya son incapaces de aprender el lenguaje, la respuesta es muy simple. Venimos equipados de serie con un sistema de aprendizaje de idiomas que tiene fases, de modo que de los dos a tres años funciona en plenitud para dejar de hacerlo más adelante. Es por eso que a los adultos nos cuesta tanto aprender un idioma mientras que para los niños está chupado. Ten en cuenta cómo se modula la capacidad de aprendizaje (grandísima en la infancia, cada vez más débil en la vejez)… ¿esa regulación de la capacidad de aprendizaje a lo largo de la vida es innata o procede de la experiencia?

    Chomsky, a este respecto, nos cuenta que tenemos una gramática universal, una gramática generativa innata sin la cual sería imposible aprendizaje alguno. De hecho, critica el anti-innatismo con el archiconocido argumento de la pobreza del estímulo: es imposible que con el mero escuchar hablar a los adultos, un niño de tres años tenga la magnífica competencia lingüística que tiene.

    No, creo que no tengo que pedir perdón a Locke, que pese a su talla intelectual, aquí pecó de ingenuo. Te recomiendo leer «La tabla rasa» de Pinker, un tocho de casi mil páginas, lleno de argumentos en contra de la tesis de Locke. Te dejo esta Ted Talk para que refresques tus ideas, que las veo muy ancladas en el siglo XVIII:

  12. Yack dice:

    Santiago, la solución del convento hace ya tiempo que no está disponible. Y lo que fastidia no es que reniegue de la autoridad paterna, sino del sentido común y se empeñe en tirarse a piscinas sin agua.

    Saludos y suerte.

  13. wachovsky dice:

    los gatos y los batracios cazando moscas con su lengua calculan tan bien como nuestros parientes arborícolas los lémures. Creo que no es darwiniano, creo que es algorítmico y propio de una turing machine, creo que no evoluciona, creo que se autodesplega en el código que nos compone desde hace cientos de millones de años, no podemos afirmar que empezó en Mioceno, no sabemos cuando. Linda tu niña y con ese nombre quizá le toque en suerte descubrir nuestros orígenes bioreplicantes, que supere a Darwin pues.

  14. wachovsky dice:

    Sí, fue Kant quien zanjó la cuestión entre racionalistas todo mente y empiristas todo estímulo externo. Murió el filósofo imperecedero de Königsberg el mismo día que nacería Darwin unos 5 años después:

    https://kodesubstanz.wordpress.com/2015/03/03/12-de-febrero-de-1804-y-de-1809-kant-y-darwin/

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