Archivos de la categoría ‘Educación’

b62d08bf5a71091fa9a44ea0638db0f7

Estamos en el futuro e imaginemos que la tecnología ha hecho posible aumentar nuestra inteligencia, por ejemplo, mediante implantes informáticos en el cerebro. Podemos comprar megas de RAM que amplían nuestra memoria de trabajo, discos duros para nuestra memoria a largo plazo, procesadores que aumentan nuestra velocidad de cómputo, etc. Esas tecnologías son caras (o, después de años de introducirse en el mercado, al menos las versiones más avanzadas. Igual que en nuestra época cuando hablamos de ordenadores: uno poco potente es relativamente barato, un supercomputador es muy caro), por lo que la desigualdad económica que en ese futuro imaginario todavía impera, genera clases sociales en virtud del hardware cerebral que eres capaz de comprar.

Pero con esta tecnología ocurre algo más interesante que con cualquier otra. El hecho de tener el poder adquisitivo para poder comprar una superinteligencia, aumenta a la vez, la probabilidad de acrecentar aún más tu poder adquisitivo y, de nuevo, de desarrollar o comprar aún más superinteligencia. Si lo que compras te hace más listo, ser más listo te hará más rico, por lo que podrás comprar aún más inteligencia, y así sucesivamente y, quizá de modo exponencial. A fortiori, los más pobres solo pueden comprar hardware obsoleto, de segunda mano o, en cualquier caso, muy limitado, lo cual hace que sus posibilidades de salir de la pobreza no se incrementen mucho; más cuando compiten en el mercado y en el mundo laboral con las superinteligencias de los ricos.

Las entrevistas de trabajo serían muy rápidas:

– ¿Qué hardware cerebral tiene usted?

– Una Cray 6000 XR7 Turbo Power ampliada con una capacidad de cómputo de 7.000 teraflops.

– Contratado. ¿Y usted?

– Un IBM 100 de hace diez años que va a 400 teraflops y, a veces, hay que resetearlo porque se calienta mucho.

– Ya le llamaremos.

Dado un sistema así, las diferencias sociales tenderían a dispararse: los ricos serían cada vez más ricos y los pobres más pobres. Algo que, de primeras sería muy injusto: rompería el principio de igualdad de oportunidades. Si naces pobre es imposible que consigas la inteligencia requerida para ser rico, ya que el que nace rico parte con una ventaja insuperable. Y, de segundas, sería insostenible: ¿cuánta miseria puede aguantar una clase social antes de rebelarse?

Pues bien, esta metáfora ilustra perfectamente que sucede en la actualidad si pensamos en privatizar el sistema educativo. Una de las funciones esenciales de cualquier política educativa que se precie es la de servir de trampolín social, de garantizar que alguien, solamente por su valía y esfuerzo, y con independencia de su situación económica, pueda subir de escalafón social. Con un sistema exclusivamente privado se creará una jerarquía de niveles de calidad educativa simétrico al poder adquisitivo de sus usuarios que, por su naturaleza, fomentará el inmovilismo social y, servirá, en última instancia, para mantener el statu quo y ahondar más en la brecha social.

El modelo educativo finlandés, sempiterno ejemplo de modelo exitoso, es en un 95% público. ¿Por qué? Porque su calidad es tan alta que los fineses no tienen necesidad de recurrir a centros privados. Por eso tenemos que esforzarnos en mejorar nuestra educación pública más que a sustituirla por un sistema privado.

El Ministerio de Educación ha sacado un borrador en donde se establecen los contenidos y objetivos de las asignaturas que se impartirán con la nueva LOMCE. Allí se pueden leer ciertos objetivos para la asignatura de Filosofía de primero de Bachillerato. Cuando me los enviaron pensé que era el típico bulo de Internet, pero para mi desolación, son absolutamente verdaderos. Aquí están los más llamativos (las negritas son mías):

Conocer el modo de preguntar radical y mayéutico de la metafísica para diseñar una idea empresarial y/o un plan de empresa utilizando habilidades metafísicas y gnoseológicas para conocer y comprender la empresa como un todo, facilitando los procesos de cuestionamiento y definición clara de las preguntas radicales y las respuestas a las mismas, como ¿qué somos?, ¿qué hacemos?, ¿por qué?, ¿para qué sirve esta empresa?, ¿cuál es nuestra misión?, ¿cuál es su sentido, su razón de ser? y saber argumentar la defensa de las respuestas.”

Comprender el valor de la teoría del conocimiento, la lógica y la epistemología para introducir una racionalidad en el origen, desarrollo, dirección y ejecución de un proyecto empresarial, ayudando, utilizar las habilidades metafísicas y lógicas para comprender el orden racional de la interrelación entre las partes de un proyecto o de una empresa, siendo capaz de elevarse por encima de lo concreto para ver, estructurar y valorar la totalidad del sistema eliminando el caos y la desconexión, aportando sentido y significado al todo y a las partes y clarificando racionalmente ideas y emociones.

Conocer y valorar las técnicas del diálogo filosófico, la argumentación y la retórica, la filosofía del lenguaje y la metafísica para organizar la comunicación entre las partes, la resolución de negociaciones y de conflictos empresariales, generar diálogo basado en la capacidad de argumentar correctamente, definir y comunicar correctamente la visión/misión/objetivos de la empresa.

En primer lugar, esto constituye un insulto a la inteligencia de un gremio que no creo que merezca ser tratado así. La Filosofía ha tenido unos contenidos históricos tradicionales muy claros que, rara vez, han tocado el tema de «la empresa», y menos desde una perspectiva metafísica. Ignoro a que autores o corrientes filosóficas he de referirme para tocar estos temas en clase. Seguramente que los habrá, pues de todo hay en la viña del Señor, pero desde luego, no han sido los más significativos de la historia de mi disciplina. Ni Platón ni Aristóteles, ni Descartes ni Kant, ni cualquiera de los grandes filósofos hablaron del «proyecto empresarial» ni de «la resolución de negociaciones y conflictos empresariales». A lo sumo el pensamiento marxista y sus derivados, pero dudo mucho que el ministro Wert quiera que hablemos de ellos en el aula.Y desde luego, entre las grandes cuestiones de la metafísica, tales como «¿Por qué el ser y no más bien la nada?» o la más mundana «¿Cuál es el sentido de mi existencia?», no se incluye «¿Para qué sirve una empresa?».  Es que me da hasta vergüenza tener que argumentar esto. Es algo tan cutre y bochornoso que, de verdad, me quedo sin palabras. Si, al menos, nos hubiesen metido contenidos serios, no sé, los postulados del liberalismo: hablar de Adam Smith o David Ricardo, o de los actuales Nozick o James Buchanan… parecería, al menos, algo más comprensible. Pero es que hacerlo así, de este modo tan absurdo: utilizar el modo de preguntar radical y mayeútico de la metafísica para diseñar una idea empresarial… Hay que ser imbéciles.

Y, en segundo lugar, si el ministro Wert y sus asesores veían adoctrinamiento en la LOGSE, la solución no es hacer lo mismo que criticaban. Si pensaban que los contenidos de ciertas asignaturas eran tendenciosos y adoctrinaban para hacer futuros votantes del PSOE, cambiar todo para hacer lo contrario es de una estupidez insultante. ¿No hubiera sido lo lógico eliminar cualquier elemento sensible al adoctrinamiento y dejar cada asignatura con sus contenidos y objetivos tradicionales, en vez de seguir con esta absurda guerra ideólogica y hacer exactamente lo mismo que se critica? Es que parece tan sumamente infantil e impropio de un Ministerio de Educación seguir con el «si tu lo has hecho, ahora voy a hacerlo yo», a sabiendas de que cuando se pierdan las elecciones, el rival volverá a hacer lo mismo, sin ser conscientes de que lo único que se consigue es dañar gravemente el propio sistema educativo, que no cabe más que echarse a llorar. Por favor, señores políticos, dejen trabajar a los docentes, dejen que demos nuestras materias y que nos dediquemos a enseñarlas y, ya sé que es pedir mucho, si pudiera ser como regalo de Navidad, intenten hacernos las cosas algo más fáciles, a ver si pudiera ser que alguna vez, trabajásemos todos en la misma linea, intentando mejorar el sistema educativo.

He de reconocer avergonzado que uno de los campos que menos domino es el de la economía. Por ello animo a mis lectores economistas que me corrijan y que no duden en desmantelar lo que voy a decir.

Estos días hemos tenido noticias de que en muchos colegios e institutos de Castilla-la Mancha están funcionando con una precariedad absoluta en términos de limpieza. Se han amortizado plazas de trabajadores de modo que institutos enormes (con claustros que rondan los cien profesores) están funcionando con solo un limpiador. Acojonante que esto pase en España en el siglo XXI. La idea de la administración es, al final, privatizar este servicio: subcontratar empresas de limpieza. Mi duda es: ¿sale eso más barato? ¿Se ahorra dinero o es pura ideología neocon?

Pongamos un ejemplo: supongamos que tenemos tres trabajadores de limpieza que cobran un sueldo digno. Digamos 1.200 euros. Así, le cuesta al Estado 3.600 euros mensuales. Si el servicio se privatiza, ¿cómo ahorramos? Cuando una empresa entra en juego tenemos una nueva figura: el empresario, el cual tiene que obtener beneficios. ¿Cómo los obtiene y, a la vez, es más barato para el Estado? No sé si voy a decir una simpleza pero la respuesta parece muy obvia: pagándoles mucho menos. Si ahora les paga 600 euros, su coste en salarios se reducirá a 1.800 euros, por lo que le quedarán otros 1.800 para su beneficio. Si se quita, imaginemos, 200, tendrá 1.600 euros de beneficio y al Estado le costará 3.400 euros, algo más barato que si el servicio fuera público. Pero, ¿qué hemos conseguido con este ahorro? Que tres empleados pasen de ser clase media a clase baja, es decir, precarizar el empleo. Hemos introducido un nuevo elemento, a priori innecesario: un intermediario, el empresario que, sin aportar demasiado, saca beneficios y contribuye a una distribución más desigual de la riqueza: él, habitualmente, tendrá un salario mucho más alto que sus empleados, pues si no convendría más ser empleado que jefe. Un desastre.

Pero, pongamos objeciones:

1. El empresario podría hacer mas barato su servicio sin la necesidad de bajar los salarios de sus trabajadores. Podría ahorrar, por ejemplo, en los materiales y herramientas de limpieza (No sé, comprando fregasuelos más barato).  Supongo que algo así podrá hacerse (y esta es la idea que nos está vendiendo constantemente el PP: no derrochar dinero público). Pero la idea no se sostiene: ¿no podría la misma administración pública intentar hacer más eficiente su servicio sin la necesidad de tener que introducir intermediarios? Si conseguimos abaratar costos sin necesidad de que un empresario saque beneficios nos ahorraríamos el cuantioso sueldo del empresario. Lo público puede hacerse económicamente más eficiente sin necesidad de privatizar, y si esto se hace bien, saldría mucho más barato.

2. Los empleados públicos tienen fama de poco eficientes (fama, en muchas ocasiones, ganada a pulso), por lo que pasar esa función a manos privadas podría hacer el sistema mucho más eficiente. Sí, pero una solución más barata en vista de lo anterior es hacer más eficiente el sistema público sin la cara necesidad de privatización. Podríamos, por ejemplo, premiar a las administraciones públicas que consiguen una gestión más eficaz con políticas de incentivos y evaluaciones por resultados. A mí me hace mucha gracia que se hable tanto de mejorar nuestro sistema educativo sin ninguna medida que incentive la labor del profesorado. Se nos pide que trabajemos más cobrando menos y en peores condiciones de trabajo (más alumnos, medios más precarios, etc.). Lo que hace falta no es privatizar, es mejorar el sistema público.

3. Que el dinero público pase a manos privadas podría ser un buen medio de mejorar nuestra economía. Podrían crearse un montón de empresas que asumieran las labores que hacen ahora las instituciones públicas. Error. Ahora, el dinero fluye desde la administración a sus trabajadores. Si privatizamos, lo único que hacemos es introducir intermediarios que se queden con ese dinero precarizando el trabajo de dichos empleados. Lo único que conseguimos es distribuir más injustamente la riqueza dando un buen trozo del pastel a meros gestores privados que, como ya hemos dicho, son innecesarios ya que su labor debería ser asumida por la misma administración.

En definitiva, creo que la cuestión de la privatización no obedece a argumentos racionales sino que es pura ideología y, lo que es aún peor, obedece a que muchos quieren enriquecerse a costa del erario público. Ahora, amigos economistas, a corregirme.

Sack_of_Rome_by_the_Visigoths_on_24_August_410_by_JN_Sylvestre_1890

Imaginemos, sub specie aeternitatis, a Droctulft, no al individuo Droctulft, que sin duda fue único e insondable (todos los individuos los son), sino al tipo genérico que de él y de otros muchos como él ha hecho la tradición, que es obra del olvido y de la memoria. A través de una oscura geografía de selvas y ciénagas, las guerras le trajeron a Italia, desde los márgenes del Danubio y del Elba, y tal vez no sabía que iba al Sur y tal vez no sabía que guerreaba contra el nombre romano. Quizá profesaba el arrianismo, que mantiene que la gloria del Hijo es reflejo de la gloria del Padre, pero más congruente es imaginarlo devoto de la Tierra, de Hertha, cuyo ídolo tapado iba de cabaña en cabaña en un carro tirado por vacas, o de los dioses de la guerra y del trueno, que eran torpes figuras de madera, envueltas en ropa tejida y recargadas de monedas y ajorcas. Venía de las selvas inextricables del jabalí y del uro; era blanco, animoso, inocente, cruel, leal a su capitán y a su tribu, no al universo. Las guerras lo traen a Ravena y ahí ve algo que no ha visto jamás, o que no ha visto con plenitud. Ve el día y los cipreses y el mármol. Ve un conjunto que es múltiple sin desorden; ve una ciudad, un organismo hecho de estatuas, de templos, de jardines, de habitaciones, de gradas, de jarrones, de capiteles, de espacios regulares y abiertos. Ninguna de esas fábricas (lo sé) lo impresiona por bella; lo tocan como ahora nos tocaría una maquinaría compleja, cuyo fin ignoráramos, pero en cuyo diseño se adivinara una inteligencia inmortal. Quizá le basta ver un solo arco, con una incomprensible inscripción en eternas letras romanas. Bruscamente lo ciega y lo renueva esa revelación, la Ciudad. Sabe que en ella será un perro, o un niño, y que no empezará siquiera a entenderla, pero sabe también que ella vale más que sus dioses y que la fe jurada y que todas las ciénagas de Alemania. Dorctulft abandona a los suyos y pelea por Ravena. Muere, y en la sepultura graban palabras que él no hubiera entendido:

Contempsit caros, dum nos amat ille, parentes,

Hanc patriam reputans esse, Ravenna, suam. 

Muchísimas cosas que decir en este tan rico como precioso escrito de Borges (Historia del guerrero y de la cautiva en El Aleph):

1. Cuando hacemos historia solo podemos limitarnos a analizar personajes genéricos, estereotipos más o menos precisos de una época, categorías más o menas estrechas… El sujeto individual nos está siempre vetado, ergo la historia es, en último término, imposible. Resignémonos a una buena aproximación.

2. Dorctulft era «leal a su capitán y a su tribu, no al universo». Así es, las ideas de «humanidad», «cosmopolistismo» o «moral universal» son muy modernas en ambos sentidos de la palabra: llegan tarde en la historia (siempre en culturas muy avanzadas) y se desarrollan plenamente en la modernidad. Los bárbaros siempre son nacionalistas.

3. Cuando observa Ravena ve «un conjunto que es múltiple sin desorden». Criado en ciénagas y selvas, y poblados caóticos de cabañas y penumbra, jamás ha visto algo tan complejo y ordenado como una ciudad romana. Algo radicalmente sorprendente para sus bárbaros ojos: orden, geometría, arcos, rectas, realidad matematizada… ¡Qué extravagancia!

4. «Ninguna de esas fábricas (lo sé) lo impresiona por bella; lo tocan como ahora nos tocaría una maquinaría compleja, cuyo fin ignoráramos, pero en cuyo diseño se adivinara una inteligencia inmortal.»  A Dorctulft Ravena no le parece bella. Nunca le han educado para apreciar tal tipo de belleza. Ravena le parece extraña, complicada, incomprensible, inconmensurable… obra de unos dioses que no son los suyos. Estamos en el momento de 2001: Odisea del espacio, cuando los simios encuentran el monolito o, cuando Kris Kelvin llega a la estación del Solaris de Lem.

2001-monolith-22

5. «Sabe que en ella será un perro, o un niño, y que no empezará siquiera a entenderla, pero sabe también que ella vale más que sus dioses y que la fe jurada y que todas las ciénagas de Alemania». Y Dorctulft sale de su barbarie, rompe con su tribalismo y reconoce el valor de lo universal. La cultura romana es superior a la suya, es mejor, y merece defenderse si es preciso con la vida. No hay una absoluta inconmensurabilidad entre la barbarie y la civilización, puede darse el salto.

6. ¿Y qué es sino la educación sino eso: pasar progresivamente de la barbarie a la civilización, de lo particular a lo universal? Un alumno de primero de la ESO observará como inconmensurable, al igual que Dorctulft, una integral, la química órganica o el mito de la caverna. Sin embargo, poco a poco, instruyéndose, llegará a asimilar esas ideas, a entenderlas y tratarlas como suyas y, confiemos en Dorctulft, a defenderlas si es preciso, como el germano defendió Ravena.

tumblr_m3gsxi7q7j1rugm5io1_1280

Es muy orignal como H. G. Wells utiliza una novela de ciencia-ficción como es La máquina del tiempo para hacer una reflexión sobre la lucha de clases. Su viajero del tiempo avanza hasta el 802.701 y, en vez de encontrarse con una civilización inimaginablemente avanzada se encuentra con los eloi: personitas pequeñas y delicadas, que solamente comen fruta y que se pasan la vida bailando, cantando y recolectando flores. Para sorpresa del viajero, son estúpidos y débiles. Se cansan enseguida de cualquier cosa y su lenguaje es muy simple y carece, prácticamente de conceptos abstractos. ¿Qué pudo pasar? ¿Por qué la civilización del ochocientos mil ha involucionado, es peor que la civilización actual, al menos en genio y valía?

El viajero reflexiona y llega a una interesante conclusión: cuando la humanidad llegue a su momento cumbre en el que haya terminado con la enfermedad, el sufrimiento, las guerras, etc., ¿para qué necesitará entonces un intelecto o una voluntad fuertes? La astucia surge de la necesidad, la inteligencia se nutre de la resolución de problemas y el esfuerzo solo es necesario cuando hay una meta a conseguir. ¿Qué pasa entonces cuando ya no hay necesidad, no hay problemas, no hay fines a los que llegar? Que la inteligencia y la voluntad se debilitan. Wells aplica el darwinismo a la evolución del hombre (incluso cita en el libro al joven Darwin) y llega a esas conclusiones: si el medio ya no es hostil, si ser más apto ya no significa ser más listo ni más fuerte, la debilidad acaba por imponerse. Entre los eloi no se premiaría sexualmente al más intrépido, sino al más feliz, al que mejor bailara o al más divertido.

Y las meditaciones de Wells nos han de hacer pensar en nuestro presente. Por ejemplo, se me ocurre comparar a nuestra juventud del siglo XXI con la de la Esparta de las Termophilas. Los lacedemonios, siendo una población pequeña y sin recursos, siempre amenazada por el poder de otras poleis o de la sempiterna presencia del imperio persa, tuvieron que recurrir a una educación draconiana. Sus hijos debían ser adiestrados en la lucha mediante una férrea disciplina castrense que endureciera su cuerpo y su alma, para convertirlos en fieros guerreros. Solo así consiguieron que sus hoplitas fueran el mejor ejército de la época, capaz de parar incluso al inmenso poder de Jerjes. Comparemos a un joven espartano con uno de nuestros días. Seguramente, el espartano vería a nuestro chico como el viajero de Wells veía a los eloi: débil, flojo, inútil para afrontar los desafíos de un presente riguroso. Nuestros niños, embebidos de confort y adormecidos con todos los adelantos de la sociedad del bienestar, se crían débiles. Anestesiados por la gratuidad de unos padres que cumplen todos sus deseos aquí y ahora, son incapaces de esforzarse por nada, incapaces de proyectos a largo plazo que requieren paciencia y trabajo. La razón y la voluntad se evaporan, quedando solo el mundo de las emociones: el amor, la diversión, la amistad, el goce feliz de la vida.  Los eloi de Wells eran una buena premonición de nuestros días.

De primeras, esto no tendría por qué ser malo. Hay una especie de pólipos que engullen su propio cerebro una vez que se han fijado en las rocas y ya no lo necesitan. Sería fantástico vivir en un mundo en el que no hubiera problema alguno y nos pudiésemos dedicar a pasarlo bien y disfrutar sin más. Sin embargo, en la obra de Wells los eloi no están solos. Existe otra raza: los tétricos morlocks, fotofóbicos seres nocturnos que viven en el mundo subterráneo y que se dedican a cazar y devorar a los indefensos eloi. Es sorprendente que un socialista acérrimo como Wells hablara de las dos clásicas clases sociales antagónicas que describe el marxismo pero no describiera la síntesis final que pronosticaba el mismo. Después de ochocientos mil años, parece que el comunismo no se llegó a implantar… o ya se probó y fue un fracaso. El caso es que, tristemente, todavía no hemos llegado a un mundo en el que no existan problemas, en el que no hagan falta la razón y una voluntad ejercitada. En nuestro mundo todavía existen muchos morlocks y, como en el mundo de Wells, una sociedad de frágiles elois no puede hacerles frente. Nos estamos precipitado en educar a nuestros hijos en  una utopía que ni siquiera ha llegado.

Si queréis leer las opiniones de Muller o Ayala sobre hacia dónde va la evolución de la especie humana clicar aquí. O si queréis saber si la especie humana del siglo XXI sigue evolucionando o está estancada clicar aquí.

Meme: Historia de la Filosofía

Publicado: 11 diciembre 2012 en Educación
Etiquetas:,

hombrosgigantes-0061

Me uno a la propuesta de Felipe Garrido, autor del blog Antes de las Cenizas, y que me llegó a través de Eugenio Sánchez Bravo (Aula de Filosofía) de lanzar un meme en defensa de la Historia de la Filosofía, asignatura de bachillerato que sale seriamente perjudicada en el segundo borrador de la LOMCE. Esta misma entrada será añadida en mi otro blog, Venia Docendi.

Los documentos legales suelen tener una ardua introducción en la cual se intenta justificar el por qué de la necesidad de las leyes que pretenden aplicar. Suelen ser palabras bonitas, clásicas de la retórica de los discursos políticos pero, como mínimo, uno espera que dicha introducción sea coherente con la ley que justifica. En el segundo borrador de la LOMCE no ocurre, hay una extraña y grave incoherencia. A saber, mantiene la necesidad educar a los alumnos para que tengan  un pensamiento propio, crítico y autónomo a la vez que la ley elimina la Educación para la Ciudadanía y la Ética de 4º ESO (que desaparecen completamente) y la Historia de la Filosofía de 2º de Bachillerato (que pasa a ser optativa a juicio del centro que quiera o no impartirla). Lo de la Ciudadanía no me parece demasiado grave, lo de la Ética algo más, pero lo que sí es pésimo es que la Historia de la Filosofía pierda su vigencia.

Podría decirse que es normal que un profesor de Filosofía defienda sus asignaturas y que más que defender el bien de la educación como tal, estoy defendiendo mi interés particular de no perder mis asignaturas. Podría decirse, pero no es el caso y lo digo con total honestidad. Yo no elegí la Filosofía y ahora defiendo su importancia, yo elegí la Filosofía porque me parecía y me parece muy importante. Es la asignatura que, realmente, pretende enseñar a pensar. Con esto no se dice que las Matemáticas, la Literatura o la Física no enseñen a pensar, únicamente que la Filosofía es la asignatura que lo hace específicamente, cuya esencia reside en eso y que, en consecuencia, es la idónea para conseguirlo eficazmente. Cualquiera que crea que pensar es importante, debería defender la vigencia de la Filosofía en los planes de estudio y eso defiendo yo, no a mi gremio ni a mi profesión.

Me resulta un tanto equívoco que las Matemáticas, la Lengua (que no la Literatura) o el Inglés sean las asignaturas ahora hegemónicas en número de horas desplazando todo lo demás. Está muy bien saber calcular y está muy bien saber idiomas, pero la primacía de lo instrumental (y sólo de una instrumentalidad muy concreta) suele olvidar la importancia de los contenidos y otros aprendizajes. Puedes saber cinco idiomas pero si eres imbécil, lo seguirás siendo en los cinco idiomas que hablas. Puedes saber solucionar mil problemas con las matemáticas pero tendrás que saber visualizar qué es un problema y calibrar su gravedad en virtud a unos fines éticos o políticos. Así asignaturas como Cultura Clásica (que para mí debería ser fundamental), Griego y Latín (esas «inútiles lenguas muertas»),  Música o todas las artísticas, van perdiendo importancia, se reducen poco a poco a meras optativas, a «marías» con poca carga lectiva que se aprueban con la gorra. Es curioso como los alumnos acaban el bachillerato sin saber nada de Mozart o Beethoveen (y escuchando Reggaeton o a Melendi), sin saber quiénes fueron Clístenes, Sófocles o Fidias, sin tener la sensibilidad artística necesaria para apreciar un cuadro de Tiziano o la grandeza de una catedral gótica y, ahora, tras el adiós a la Historia de la Filosofía, sin saber casi nada de Platón, Rousseau o Kant. Estamos abandonando una educación que valoraba a los clásicos (mírese la etimología de la palabra que define clásico como aquello digno de imitarse, como modelo a seguir) para llegar a una educación confusa que no entiendo bien qué fines persigue: ¿la mera incorporación al mundo laboral? ¿la inmigración a otros países a la que nuestros jóvenes están condenados? ¿sacar buena nota, sea como sea, en el informe PISA?

La Historia de la Filosofía es una historia de modelos de pensamiento, de clásicos a imitar, un recorrido por los hombres que mejor y más profundamente pensaron. Si desaparece nuestros chicos podrán pensar, algo les habrá quedado transversalmente y a través de asignaturas que enseñan, colateralmente, a pensar, pero no se habrán subido a hombros de gigantes, habrán perdido estatura intelectual, no habrán ido de la mano de los mejores. Grave, bastante grave.

Nace Venia Docendi

Publicado: 5 mayo 2012 en Educación
Etiquetas:,

Estimados lectores. Este día cinco de mayo nace el blog Venia Docendi. La intención de su creación es que quiero que la Máquina de Von Neumann se siga centrando en temas relacionados con la filosofía de la ciencia, destinando las entradas sobre temas educativos a otro blog. Creo que los lectores de este blog prefieren los temas de filosofía habituales más que los pedagógicos. Así, sin pretender que la Máquina sea un totum revolutum en el que se hablan de demasiadas cosas, quiero especializarla.

Sin embargo, para los que os interese la educación, aquí tenéis el enlace. Espero que os guste.

Oyendo las declaraciones del señor Wert me he quedado de nuevo perplejo (o no, todo lo contrario, era lo que tristemente esperaba). Al escucharle no me daba la impresión, desde luego, de estar escuchando a un experto en educación, a un curtido pedagogo que saca conclusiones después de años de sufrida práctica docente (y es que nuestro ministro de educación ha estudiado Derecho y Sociología Política, trabajando desde el 2003 para el BBVA, absolutamente nada relacionado con su cargo), ni siquiera a alguien inexperto pero bienintencionado que trata de informarse bien antes de hablar (leanse sus declaraciones sobre los contenidos de los libros de Educación para la Ciudadanía); al escucharle me daba la impresión, lamentable donde las haya, de oír a un político.

Los mismos discursos ideológicos de siempre (cambiar el «manual de votantes del PSOE» que es la Educación para la Ciudadanía) y las mismas medidas extrañas de siempre que no van a la raíz del problema (el extraño y jurídicamente problemático alargamiento del Bachillerato). Nada de hablar de la formación del profesorado, de las elevadas ratios, de la falta de medios y personal, de la excesiva carga lectiva, de la nulidad de la inspección educativa, de la estrechez de la estructura interna de los centros, del deficiente sistema de oposición y de contratación de interinos, de la endogamia universitaria, de la imposibilidad de investigar en España… En fin, nada de alguno de la infinidad de problemas que tiene este gran desastre que es nuestro sistema educativo.

Y, por supuesto, nada de hablar de las dificultades que tenemos para pagar la calefacción, la luz y el teléfono en los centros educativos, de lo complicado que es que te manden a un sustituto a tiempo cuando un profesor se da de baja (los alumnos se pasan meses sin el profe de biología cuando, en Junio, tienen la prueba de acceso a la Universidad), de que hay que pelearse con los compañeros para dar una clase en un aula que tenga un cañón proyector, de que tenemos que controlar minuciosamente el número de fotocopias que hacemos (seguramente de aquí a unas semanas, mis alumnos tendrán que pagarlas de su bolsillo), de que la mayoría de los centros de formación de profesorado desde los que se coordinaba e incentivaba la innovación educativa se están cerrando… nada de hablar de como nuestros colegios e institutos se están pareciendo cada vez más a los de Burundi o Burkina Faso. Y nos decían alegremente que los recortes no tendrían repercusiones en la calidad de la educación…

Supongo que si el señor Wert hubiera preguntado a cualquier docente le hubiera dicho algunas de estas cosas:

1. En primer lugar hay que informarse, hay que asesorarse bien, más cuando uno tiene un cargo de la responsabilidad de un ministro de educación. Antes de tocar nada hay que diagnosticar bien cuáles son los problemas del sistema. Por eso habría que preguntar a docentes, directores, inspectores, padres, alumnos, y demás miembros de la comunidad educativa. ¿No tienen los políticos un montón de bien asalariados asesores? Por ejemplo, se podría encargar a alguna Universidad que hiciera un estudio potente de todo lo que es nuestro sistema, su estructura, componentes y funcionamiento. ¿Muy obvio, no?

2. Luego hay que tener un modelo claro de lo que quiere conseguirse. ¿Qué sistema educativo queremos? ¿Hacía donde queremos ir? ¿Queremos alumnos con una cultura general elevada o especialistas que se incorporen bien a las demandas del sistema laboral? ¿Con un sentido crítico poderoso o trabajadores y disciplinados? En este sentido podemos estudiar modelos que funcionen bien, realizar estudios comparativos y, en función de eso, actuar. ¿Queremos el sistema educativo coreano, el finlandés o el de formación profesional alemán? Si tenemos un buen análisis y unos objetivos claros, entonces podremos tomar medidas, pero dudo mucho que el señor Wert tenga ambas cosas. Es un político.

3. Las medidas habrían de tomarse por encima de las ideologías. Habría que dejar tanta estupidez derechista o izquierdosa, para solucionar problemas reales. El caso de Educación para la Ciudadanía es una gilipollez de proporciones bíblicas. Preocuparse porque en ella se adoctrine es un absurdo porque cualquier profesor, ya sea de filosofía, historia, música o matemáticas, puede decir casi lo que le dé la gana en su aula. Puede adoctrinarse desde cualquier asignatura en cualquier momento.  Dejemos ya este debate ideológico que no interesa ni convence a nadie desde hace muchos años y, desde luego, no hagamos víctimas de ello a nuestros hijos y alumnos. Ellos sí que están por encima.

4. Un sistema tan complejo como el educativo obedece a un montón de causas. Sus problemas se dan a diversos niveles que se enraízan en el acervo socio-cultural. Así, problemas como el hiperproteccionismo y la permisividad de los padres hacia sus hijos, la incorporación de la mujer al mundo laboral, la pésima percepción social del funcionariado (fomentada aún más por el PP), la escasa valoración de la cultura y el conocimiento, etc., etc. tienen una gran influencia en el fracaso de nuestros alumnos. Habría que empezar por ahí pero, curiosamente, un sociólogo como el señor Wert no parece tenerlo claro. A mí siempre hay algo que me llama mucho la atención: ¿cómo es posible que si desde la educación infantil hasta el último año de carrera universitaria no hacemos más que pregonar a diestro y siniestro lo importante que es el estudio, casi nadie estudia absolutamente nada cuando no es por obligación académica o profesional? Creo que en la respuesta a esta pregunta puede estar la clave.

5. Que se cambie la legislación educativa cada pocos años es nefasto. Los profesores andamos hartos de tener que cambiar nuestras programaciones y nuestra forma de trabajar en virtud del político de turno. Las editoriales de libros de texto se están arruinando en base a tener que cambiar los contenidos de los libros a cada dos por tres. Para que algo dé resultados hay que dejarlo estar un tiempo. Yo, en mi práctica profesional, he notado mucho como he mejorado a lo largo de los años. Soy mejor profesor que cuando empecé porque con el tiempo he ido puliéndome, he ido probando qué cosas funcionan y qué cosas no o buscando consejo en compañeros más experimentados. Para que una ley educativa funcione, hay que darle tiempo para que lo haga. Y aunque falle, hay que dar tiempo para poder evaluar los resultados, para poder saber qué es lo que falla y actuar en consecuencia. Cosas como añadir dos horas lectivas más de trabajo cuando los horarios están hechos y ya han sido asignados los puestos de trabajo provocando un caos administrativo en los centros o cambiar los temarios de las oposiciones cuando éstas ya han sido convocadas con unos temarios dados son formas de actuar apresuradas y chapuceras que, desgraciadamente, desmienten la fama de buenos gestores de la que los políticos del PP presumen. A mí me da la impresión de que intento trabajar a pesar de los políticos y sus leyes. Y esta impresión es dolorosa: ¡Por favor, déjennos trabajar!

6. En lugar del señor Wert, me gustaría que la ministra de educación fuera alguien parecido a esta mujer. ¿Es algo tan difícil de conseguir?

Véanlo hasta el final, no tiene desperdicio. Me parece un lechado de sentido común tan grande y necesario que no puedo entender cómo las propuestas de nuestros políticos siguen directrices tan diametralmente opuestas… ¿Lo harán a propósito?

En una clase de segundo de la ESO tengo a un niño de etnia gitana. Habitualmente no se trae el libro de texto ni casi material para trabajar en el aula. Pero eso no es lo peor. En cualquier momento se pone a cantar, emulando a Camarón de la Isla, dando golpes en la mesa. También, cuando le viene en gana, se levanta y da paseos por la clase o se pone a hablar en voz alta de cualquier cosa que se le pase por la cabeza. Su nivel académico ronda tercero de primaria, de modo que noto, muchas veces, que cuando le hablo no me comprende bien.  ¿Qué puedo hacer con él?

Es una idea muy bonita hablar de una educación universal, de todos y para todos, en la que tu raza, religión o situación social y económica no son obstáculo para ser educado. Es fantástico hablar de integración y multiculturalismo, de una educación plural que no excluye a nadie. Todo es muy bonito. El político hincha sus pulmones y no deja de recitar a viva voz el gran logro que se ha conseguido en España, el orgullo de una educación pública de calidad que ha desterrado para siempre el racismo, la xenofobia o el clasismo propios de la educación privada. Todo mentira.

Los gitanos, debido a las peculiaridades de su idiosincrasia cultural, no han conseguido integrarse en la sociedad (en esto también tenemos algo de culpa los payos). Tienen sus propias reglas, su propia forma de ser que choca constantemente con la nuestra y crea problemas de convivencia. Nuestro maravillosamente integrador sistema educativo coge y, a alguien que ni siquiera está integrado en la sociedad, lo planta en mitad de una clase. Recordemos que un aula es un sitio donde impera una gran normatividad (los tiempos, espacios y conductas están muy pautados), tanta que, en la mayoría de los casos, es mucha incluso para los alumnos bien integrados. Evidentemente, el niño gitano no encaja allí, está como un caballo en una cacharrería, y es prácticamente imposible que interiorice toda la normatividad que los otros niños llevan aprendiendo desde su nacimiento. ¿Qué se podría hacer?

Para que ese niño funcionara necesitaríamos, en primer lugar, a un profesorado formado en temas de integración social (cosa en la que ni yo ni mis compañeros hemos sido si quiera informados), y en segundo, la colaboración conjunta y coordinada de trabajadores sociales, psicólogos, pedagogos, fiscalía de menores, etc. Seguramente que ese niño no debería estar en esa clase, sino en una diferente con profesionales que pudieran atenderle como se merece, pero entonces mi querido político hablaría rápidamente de discriminación racista y quedaría muy bien en la foto del periódico.

Una educación universal e integradora es una idea muy bonita. Nadie en su sano juicio podría poner objeción alguna. Sin embargo, existe una muy fuerte: conseguirla no es algo gratuito, no basta con hablar de ella en un mitin. Integrar es algo difícil y costoso para lo que hay que poner muchos medios. Pero claro, sale mucho más barato decir en la tele que en España nuestra educación es maravillosa y plantar a cualquier niño, sean cuales sean sus problemas y necesidades, en medio de una clase con otros treinta.

Éste ha sido uno de los grandes errores del socialismo y una de las principales razones por las que la LOGSE ha sido un rotundo fracaso. Se confunde igualdad de oportunidades con igualitarismo. Se cree que la igualdad consiste en que todo el mundo esté en la misma clase como si todos los problemas que eso conlleva fueran a solucionarse por arte de magia. Para que la LOGSE funcionara hacia falta no sólo una ley, que podría tener sus virtudes y defectos, sino unas infraestructuras adecuadas y una serie de cambios sociales y culturales que la acompañaran. España no estaba, ni de lejos, preparada para un cambio tan grande en dos días.

Por cierto, a mi niño lo expulsaron del centro la semana pasada (la única solución que parece dar tan integrador sistema). Hemos estado más tranquilos en clase sin él, pero a mi me embarga cierta tristeza. Para cuando vuelva le he comprado una caja de lápices de colores y estoy preparando algunas actividades que puedan ser adecuadas a su nivel, aunque dudo mucho que las haga o que le sirvan para algo.  En clase siempre le pregunto para que nos cuente algo e intento preocuparme por su vida, y cuando hablo con él le aconsejo que sea tolerante o que use el diálogo para resolver sus problemas. No sé si mis palabras significarán algo en su cabecita pero de lo que estoy casi seguro es que ese chico está condenado irremisiblemente a la exclusión social.

Y para mi idolatrada María Dolores de Cospedal, en otras clases tengo a un niño marroquí, a otro chino, varios sudamericanos y una australiana que no habla ni papa de español. Doy clase a más de doscientos alumnos, cada uno con sus propios problemas y necesidades. Sin duda, una educación de calidad.

Mi trabajo

Publicado: 21 septiembre 2011 en Educación
Etiquetas:,

El año pasado daba diecinueve horas lectivas. Además, de forma voluntaria (gratuita) coordinaba la revista del instituto, organicé junto con mis compañeros de departamento un torneo de ajedrez en el centro y di varias clases, fuera de mi horario, para los alumnos que tenían problemas con la siempre peliaguda lógica. También hice un blog, una wiki y unos foros digitales de debate para mis alumnos que actualizaba asiduamente. Durante los últimos años he organizado una media de dos excursiones anuales, algunas de ellas de larga duración (el año pasado estuvimos en un precioso pueblo de los Pirineos durante siete días). Por si alguien no cae en la cuenta, cuando uno va de excursión con los alumnos, no trabaja ocho horas al día, sino, pongamos unas dieciséis, ya que, aparte de estar todo el día cuidando críos,  por las noches no se suele dormir mucho vigilando que no la líen en los hoteles. Igualmente, durante estos últimos años he participado y coordinado de modo absolutamente voluntario (gratuito) varios proyectos de innovación e investigación educativa. También coordiné y participé en dos seminarios sobre pedagogía, hice varios cursos y concursé con mis alumnos en el concurso Cortes Jóvenes 2010 (que ganó una de nuestras alumnas y que fue a las Cortes de Toledo de excursión como premio). Con el dinero que sacábamos de todos estos proyectos equipamos perfectamente nuestra aula materia de filosofía: pusimos un cañón, compramos un ordenador, una impresora, una bola del mundo, un sillón de oficina, una videocámara, una estantería llena de libros, posters… hasta una estatua de la Venus de Milo. Valga decir de nuevo, de modo absolutamente voluntario (gratuito).

En todas mis asignaturas utilizo nuevas tecnologías. Utilizo constantemente presentaciones en Power Point, fragmentos de películas, vídeos de Youtube, documentales… que preparo minuciosamente en casa y que voy ampliando y renovando cada año. Soy algo perfeccionista (qué le voy a hacer) y me gusta que mis clases queden muy coherentes y cuadraditas, por lo que las preparo a conciencia antes de darlas. Cada año, los grupos son diferentes, por lo que tengo que ajustar todo lo preparado en años anteriores a los ritmos y necesidades de cada nuevo grupo. Eso me lleva bastante tiempo. Además, estoy sacándome el máster en filosofía para hacer el doctorado, con la intención de mejorar mis conocimientos, lo cual repercutirá, sin duda, en la calidad de mis clases (el cual tengo que descuidar más de lo que querría debido al tiempo que dedico a todo lo anterior. Incluso este blog, en el que me encanta escribir, queda sin actualizar más de lo que mis lectores seguramente desearían). Valga decir, todo esto de modo absolutamente voluntario (gratuito).

A pesar de lo dicho gran parte de la opinión pública piensa que soy un vago y ve muy bien que me suban a veinte las horas lectivas. Es curioso porque cualquier que tenga la más mínima noción de lo que es la enseñanza sabría que lo que debería ocurrir para mejorar la calidad de los aprendizajes sería lo contrario: que me bajaran dichas horas. Este país no deja de sorprenderme.