1. El director de la Razón, Paco Marhuenda, después de su lamentable portada (curiosamente quince mentiras, no doce ni cuarenta y dos) dijo en el programa Al rojo vivo de la Sexta, literalmente, que «al 15-M el gobierno debe escucharlo pero no hacerle caso»… Impresionante. A escuchar sin hacer caso se le llama «No escuchar» o «Hacer oídos sordos». La postura del gobierno, en general, ha mantenido esa línea. Ve al 15-M como un conjunto de jóvenes perroflautas antisistema (antisistema en el sentido más simplista y burdo del término) que son más una anécdota pintoresca que algo digno de atención en el mejor de los casos, siendo un movimiento claramente instrumentalizado por la izquierda radical para desestabilizar al gobierno en el peor. Una lástima. Que un montón de personas en diversas ciudades (sean 100.000, 70.000 o las que sean realmente) se unan para protestar y que, automáticamente, se les ignore, no es una actitud muy democrática. Cualquier gobierno que se precie debería estar abierto al diálogo y valorar razonablemente las peticiones.
2. Muchos han criticado que el 15-M se crea depositario de la representación del pueblo español. La legitimidad democrática reside en el Parlamento y los parlamentarios son elegidos en las urnas. El PP gobierna con una amplia mayoría absoluta, por lo que parece más representante de los deseos del pueblo español que el 15-M. Así, los indignados estarían poniendo en duda la legitimidad de las instituciones democráticas, siendo, en este sentido, antidemócratas. Pero es que eso no es cierto. En general, el 15-M pide una democracia más real, a saber, una democracia más directa, con listas abiertas, más transparencia, menos corrupción… No están, de ninguna manera, pidiendo que se aboliera el sistema democrático, sino que se lo mejore. Las instituciones democráticas pierden legitimidad cuando se corrompen, cuando no son realmente democráticas al no servir al bien común. Y esto está pasando hasta cierto punto, por lo que la petición de regeneración democrática está de plena actualidad.
3. Las fuerzas de seguridad del estado están para garantizar la seguridad de los ciudadanos. Una huelga o concentración es un derecho fundamenal amparado desde la Constitución hasta la Carta de los Derechos Humanos, por lo que todo ciudadano puede convocarlas cuando y donde les plazca (siempre, no tendría porque decirlo, que se garantice la seguridad y el sentido común). Por lo tanto, en una huelga, la policía únicamente debe vigilar que todo salga bien, estando al servicio de los manifestantes. Dicho esto, la decisión de realizar una carga o de desalojar una plaza, debería ser una decisión técnica. Es decir, las propias fuerzas de seguridad, deberían ser las que, cuando vean que alguien corre peligro, tomen esa decisión. Ellos son los especialistas y para ello son entrenados y pagados. No entiendo entonces por qué, el que toma esas decisiones es, en la mayoría de los casos, el delegado de gobierno, un político que, de primeras, no tiene por qué tener la cualificación técnica para tomar tal decisión y, de segundas, puede hacer de ella una decisión política (lo cual da mucho miedo: las fuerzas públicas han estar al servicio del legislativo, en ningún caso del ejecutivo. Con ello se rompe la división de poderes. ¿Qué es eso que un político pueda hacer el uso que quiera de la policía?).
4. Es curioso como muchas voces se han lanzado a acusar al 15-M de fascistas o totalitarios, buscando cualquier tipo de similitud de sus actuaciones con las de estos sistemas e ideologías. El filósofo francés Raymond Aron nos ofreció una serie de características de los sistemas totalitarios que gobernaron en la Europa del siglo XX. Vamos a ver si el 15-M es un movimiento totalitario:
a) En los sistemas totalitarios hay un sólo partido político legítimo (se elimina sistemáticamente a la oposición) dirigido por un líder carismático. El 15-M no aspira a convertirse en partido político, no pretende el exterminio de la oposición y, que yo sepa, no tiene un líder claro.
b) Tal partido político tiene una ideología que legitima su poder. Habitualmente esta ideología tendrá las ideas de nación o raza en su centro y de ella saldrán propuestas racistas o xenófobas. Que yo sepa el 15-M no muestra un especial patriotismo ni tiene tintes racistas ni xenófobos.
c) El partido ejercerá un control absoluto de los medios de comunicación. ¿Contra el 15-M televisión española? ¿Ha prohibido alguna emisión o ha cerrado alguna cadena de radio? A lo sumo, busca su hueco haciéndose oír en las redes sociales.
d) Ese partido controla la economía y su política económica será habitualmente autárquica. Sí que es cierto que el 15-M aboga por que el estado tenga un mayor control de los bancos y empresas, pero desde luego, la concepción del estado es bien diferente, e intervencionismo económico no equivale, para nada, a utilizar las fábricas para crear carros de combate.
e) Se politiza cualquier actividad. Hitler utilizó los juegos olímpicos de Berlin como una herramienta de propaganda política. Que yo sepa, no he oído a ningún indignado utilizar a Rafa Nadal o a la selección española de fútbol.
Como vemos, es absurdo comparar el 15-M con cualquier movimiento de corte fascista o totalitario. Fascistas pueden ser la hija de Le Pen o los griegos de Aura Dorada, pero, por favor, llamemos a las cosas por su nombre.
5. La Razón realizó una encuesta en la que, entre otros resultados, se decía que sólo tres de cada diez españoles se sienten identificados con las propuestas del 15-M. La pretensión es quitar legitimidad al movimiento dejando claro que no representan a la mayoría de los españoles, siendo el PP el auténtico representante del pueblo español al haber ganado las elecciones con mayoría absoluta. El caso es que si hacemos números, aproximadamente también solamente tres de cada diez españoles son los que han votado al PP. Pero es que, de todos modos, no entiendo esta guerra por ver quién representa a quién, lo importante son las propuestas que se barajan. Aquí tenéis algunas de ellas. Se puede estar de acuerdo con algunas y con otras no pero, desde luego, muchas de ellas son muy razonables y deseables para cualquiera, se sea de izquierdas o de derechas. Esto es de lo que debería estar en la arena pública y no las típicas campañas de desprestigio a las que estamos acostumbrados en este país.