Posts etiquetados ‘Demostración de la existencia de Dios’

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Los intentos de una demostración que se precie de serlo sobre la existencia de Dios, desde Anselmo de Canterbury hasta Tomás de Aquino, han sido un fracaso. No hay ninguna prueba irrefutable de que Dios existe, es más, tampoco hay razones demasiado convincentes para defender a ultranza su existencia. Los teístas pueden contraargumentar que el ateo tampoco tiene una demostración ni razones poderosas para afirmar taxativamente que Dios no existe. También es cierto, pero no lo es menos que el que afirma algo es el que tiene la carga de la prueba. Supongamos que yo afirmo la existencia de duendes verdes de tres cabezas. Cuando alguien me dijera que no cree en mi afirmación, lo suyo es que yo aporte pruebas, no que obligue al no creyente a que demuestre la falsedad de mi aserto. Si esto no fuera así y dada la fecundidad imaginativa de la mente humana, nos pasaríamos toda la vida buscando pruebas en contra de cualquier afirmación por absurda que pareciera. No, la forma lógica de actuar es pensar que algo no existe simplemente porque no hay razones sólidas para pensar en su existencia. Yo no puedo estar todo el día afirmando que soy «a-duendes verdes», «a-duendes rosas», «a-duendes amarillos» y así hasta el infinito.

Sin embargo, a pesar de que esto parece suficiente para declararse ateo, hay que aceptar honestamente que  tampoco podemos demostrar ni aportar razones muy convincentes para afirmar rotundamente que Dios no existe. No sabemos si somos el experimento de una raza extraterrestre, si Dios pudiera ser algo parecido al Bosón de Higgs o si somos una simulación por computador y vivimos en Matrix.

Pero es que la búsqueda de una demostración de la existencia o inexistencia de Dios es algo muy extraño. Yo puedo probar la existencia de una regla matemática para resolver un tipo de problemas utilizando la deducción. El teorema de Pitágoras puede demostrarse, dando además una demostración absolutamente irrefutable para cualquier hijo de vecino. También podemos probar la existencia de objetos empíricos con la mera observación, pero si Dios ni es una regla matemática ni es un objeto observable del mundo…. ¿tiene sentido hablar de una demostración de su existencia? Dios parece, según los teístas, encontrarse en un plano distinto, diríamos «metafísico», en el cual no sé si tiene mucho sentido hablar de demostraciones. Si Dios no es algo físico y, menos aún, una entidad matemática, parece muy difícil establecer algún tipo de relación causal entre él y el mundo que supuestamente ha creado. Nos encontraríamos en el difícil problema de la relación entre substancias que Descartes no fue capaz de resolver: ¿cómo substancias espirituales interactúan con substancias materiales?

Por ejemplo, tenemos el problema de qué tipo de «acto» sería la creación del universo. Muchos creacionistas argumentan que cuando uno se encuentra con un objeto complejo en el mundo tal como puede ser un ser vivo cualquiera, habría que apelar a un creador pues, del mismo modo, si uno se encuentra un reloj en el suelo parece absurdo pensar en que nadie lo diseñó. Es el famoso argumento creacionista de William Paley. Sin entrar en que la evolución puede producir entidades complejas sin necesidad de diseños dirigidos, podemos objetar que parece igual de absurdo encontrarse un reloj y afirmar que ha sido creado de la nada ya que, por experiencia, siempre que observamos un objeto pensamos que ha sido creado a partir de materiales anteriores apelando al principio de conservación de la materia y la energía. Pensar en una creación ex-nihilo es algo que, de nuevo, ha de explicarse desde un plano metafísico si pretendemos que tenga sentido.

¿Cuál sería la postura más coherente entonces? El agnosticismo: no definirse en este aspecto, reconociendo que, dado lo que sabemos es prematuro decir nada o bien reconociendo la imposibilidad de llegar a saberlo nunca (ignoramus et ignorabimus). Yo opto por la primera opción: lo más honesto intelectualmente habiendo hecho un recorrido por la historia de la filosofía y de la ciencia es mantenerse agnóstico (lo que suele llamarse agnosticismo débil). Ignoro si en un futuro alguien descubrirá algo maravilloso o Dios se aparecerá en la puerta de mi casa para probarme su existencia, pero hasta que esto ocurra, cierro la boca.

Hay también que tener clara la diferencia entre teísta y creyente. Un teísta es alguien que cree en la existencia de Dios pero que no tiene por qué adscribirse a ninguna religión. Por el contrario, el creyente cree en alguna religión. El teísta puede ser creyente pero el creyente debe ser teísta. Aquí sí que nos definimos claramente como no creyentes: las grandes religiones son falsas en sus afirmaciones fundamentales o, como mínimo, son infundadas; fruto de tradiciones culturales antiguas llenas de mito, magia, superstición e incluso barbarie. A tres siglos de la Ilustración nadie debería creer en milagros ni resurrecciones. Muy diferente es defender el deísmo o ciertos tipos de religión natural. Pensadores ilustrados como Pierre Bayle, Thomas Woolston, John Locke, Thomas Paine, Rousseau o Voltaire mantuvieron ciertas formas de deísmo, criticando el dogmatismo de la religión cristiana y, en general, toda forma de divina providencia. Aunque el deísmo fue una tendencia predominante en la Ilustración también es cierto que tuvo muchos críticos (curiosamente Hume está entre ellos, también Berkeley, Joseph Butler o, cómo no, William Paley), la mayoría en la línea argumental de que la religión natural es insuficiente, siendo necesaria la revelación de Dios a los hombres. El agnosticismo, sin embargo, no ha sido nunca un movimiento filosófico organizado, teniendo un carácter minoritario y disperso. Quizá sus máximos representantes sean Thomas Henry Huxley, el carismático bulldog de Darwin o, en la edad contemporánea, Bertrand Russell, teniendo más adeptos fuera de la filosofía que dentro de ella.

El agnóstico no se encuentra en su vida en un punto intermedio entre el teísta y el ateo sino más cerca del ateo. Ya que el agnóstico no se pronuncia sobre la existencia de Dios, vive como si Dios no existiera, es decir, como un ateo. A nivel práctico, el agnosticismo es un criptoateísmo o un ateísmo práctico. Si no sé si Zeus puede castigarme o no por no hacer libaciones en su honor parece bastante absurdo que viva temiendo su ira. Siguiendo al genial Epicuro, si no sabemos nada de los dioses vivamos sin tenerles miedo.

Vivir como si Dios no existiera tampoco nos lleva a la inmoralidad o a una ética ligera y despreocupada como suelen acusarnos lo creyentes. Hay diversas éticas que pueden fundamentarse sin que tenga que existir un Dios detrás que las justifique. Ni mucho menos tiene razón Dostoievski en su célebre sentencia: «Si Dios no existe todo está permitido». Una vida en la que sus consignas sean la bondad, la generosidad, la preocupación por los demás o la búsqueda del bien común no tiene por qué estar respaldada por un Dios que lo ordene o que lo justifique. Podemos defender el humanismo laico que está hoy en día tan de moda, pero no solo ese. La historia del pensamiento nos da múltiples posturas éticas que no necesitan fuerzas divinas: emotivismo, utilitarismo, existencialismo, hedonismo… Hay miles de autores con propuestas éticas muy interesantes y que nadie tacharía de abominaciones morales.

Tengo una televisión que hace cosas maravillosas: produce imágenes en movimiento a gran resolución, imágenes que son réplicas exactas de cosas que están pasando a miles de kilómetros, muchas veces en riguroso directo. Mi televisión capta ondas invisibles que viajan por el aire y las transforma en preciosos paisajes a todo color.  Es una cosa alucinante que hubiera hecho que Isaac Newton se cagara en los pantalones si la viera. Es la cima de la evolución tecnológica, fruto de verdaderos diseñadores inteligentes. Sin embargo, cuando algo tan maravilloso se estropea, se avería sin que exista el modo de repararlo… ¿a dónde se van las imágenes en color que producía? ¿A dónde va ese sonido envolvente de tan grande calidad? ¿Dónde estarán sus más de doscientos canales?¿A dónde van las películas que compartí con ella? ¿Dónde estarán la final de la Eurocopa o el festival de Eurovisión?

No soy técnico ni ingeniero, así que no tengo ni idea de cómo el sustrato electrónico de mi tele produce esas imágenes y sonidos inmateriales. Encuentro la relación causal pero no comprendo la causa eficiente… ¿cómo produce mi tele esas imágenes tan magníficas? Mi conocimiento no lo puede explicar y esa incertidumbre me deja preplejo (la Grandeza del Misterio). Pero no puede ser que algo tan maravilloso se quede en la nada, en el vacío de la existencia. ¿Cómo puede acabar siempre mal la vida de cada tele? ¿No podrían las teles funcionar para siempre? Es injusto. Es más, podríamos preguntarnos ¿qué había antes de la televisión? ¿Será el mismo vacío que después? Mi tele fue una gran tele, nunca ser averió y siempre estuvo allí cuando la necesité.  No se merece acabar así… No puedo soportar su ausencia… ¿Habrá ido a un lugar mucho mejor? Las imágenes eran inmateriales por lo que seguro que pueden sobrevivir sin el soporte electrónico… ¿Podré volver a reencontrarme con ella y volver a ver House los martes por la noche? ¿O quizá se reencarne en las nuevas teles que salen de la fábrica?  La verdad es que ninguna televisión ha vuelto del más allá para contárnoslo por lo que creo que no lo sabremos nunca.

Esta entrada continua: ¿Qué hay después de la muerte?

Otro famoso argumento utilizado por muchos filósofos (Leibniz o Hume) es el llamado argumento del mal de Epicuro, pues se le atribuye al pensador hedonista. En rigor, no es una demostración de la ¿Dios permite el mal?inexistencia de Dios ya que en ningún momento concluye en la no existencia de éste, simplemente pone en duda la compatibilidad de ciertas afirmaciones. Vendría a decir algo así:

Ante el hecho de que existe el mal (o el sufrimiento) en el mundo y Dios permite que siga existiendo se dice:

1. O Dios quiso eliminar el mal y no pudo. Entonces Dios no es omnipotente. Con rigor no podemos decir que Dios no exista, simplemente habría que negar su omnipotencia.

2. O Dios pudo eliminar el mal y no quiso. Entonces Dios no tiene una bondad infinita. No podemos decir que Dios no exista, simplemente habría que negar su bondad. Dios sería también malvado.

3. O Dios ni quiso ni pudo. Dios ni es omnipotente ni es bondadoso.

4. O Dios quiso y pudo. Este es el caso que da más juego. Es posible que Dios ya ha tomado medidas contra el mal en el mundo y nosotros no lo sepamos. Sólo en este caso se compatibilizan mal en el mundo, omnipotencia y bondad infinita, si bien a cambio de renunciar a nuestra verdad sobre la percepción del mal en el mundo, lo cual ya da píe a especular mucho. Luego lo veremos mejor.

¿Con qué argumentos se defienden los creyentes ante tales acusaciones? Veamos algunos:

1. Dios no es el responsable directo del mal en el mundo, ya que el mal no tiene entidad ontológica siendo solamente ausencia de bien.

Este argumento no es más que decir lo mismo de otra manera. Al ser Dios el creador del mundo, pudo haberlo creado sin que pudiera darse de la ausencia de bien. Si Dios creó el mundo en su totalidad y es omnipotente, es el responsable de todo mal que en él ocurra.

2. Los culpables del mal son los hombres y no Dios. Nosotros somos los que hacemos el mal pues Dios nos hizo libres para elegir entre el bien y el mal o, con más precisión, para hacer el bien o dejar de hacerlo.

¿O es el hombre el único responsable de su destino?En muchas ocasiones el hombre no es responsable del sufrimiento. Una epidemia o un desastre natural pueden causar mucho sufrimiento sin que el hombre tenga directamente la culpa. Si Dios es omnipotente y sumamente bueno podría evitar tales catástrofes.

3. Santo Tomás contestaba que había pensar de otra manera: no comenzar por el mal en el mundo para concluir que no hay Dios, sino comenzar por Dios y, a partir de hay razonar. Él decía que si hay mal, Dios existe. Ya que si hay mal es porque hay bien y Dios es la causa del bien, el hecho de que exista mal es una prueba de que Dios existe.

Sí, esto es enunciar el problema de otro modo pero presuponiendo como premisa que Dios causa el bien (podría ser que el bien lo causen exclusivamente los hombres al no existir Dios) e ignorando las otras: Dios es omnipotente y sumamente bueno. Este argumento no resuelve nada.

4. No tenemos una concepción correcta de lo que es el bien y el mal. Los filósofos no han llegado a un acuerdo para definir lo que es el bien o lo bueno, por lo tanto no tenemos herramientas para juzgar las acciones de Dios, aún más cuando presuponemos que es infinitamente sabio. Nuestra inteligencia es tan sumamente inferior a la de Dios que es ya una presunción intentar comprender y, aún peor, juzgar sus actos. Ya decía Santo Tomás de Aquino que los efectos de la creación son inadecuados en virtud a la causa. Dios es infinitamente más listo que nosotros, no pretendamos comprenderlo. ¿Podría una cucaracha comprender el mundo de los humanos?

Este es el mejor argumento (no obstante, los creyentes siempre acaban por apelar o a su fe o a la inescrutabilidad de los caminos del Señor) que no es más que adoptar el caso 4 del argumento de Epicuro. Los cristianos dicen que Dios ya tomó medidas contra el mal, pero no como nosotros las esperábamos (eliminando el mal ipso facto), sino enviando a su hijo a que muriera por nosotros.

Yo personalmente apuesto por esta última argumentación. No tenemos demasiado claro qué es el mal ni el bien, además de que me parece poco lógico atribuir intencionalidad moral a cosas como tsunamis y epidemias de gripe. Creo que sólo se puede atribuir moralidad a los actos humanos y no a los naturales (hacerlo me parece burdo animismo). Sin embargo, del mismo modo afirmo que es igualmente absurdo atribuirle tantas características a Dios como hacen los cristianos: suma bondad, omnipotencia, omnipresencia, omnisciencia… No comprendo como saben tanto sobre Dios y luego acusan a la razón de soberbia. Al afirmar estos atributos y, además, darles un grado infinito, los teólogos cristianos se meten en complicados laberintos y paradojas sin necesidad. ¿No será lo más honesto y humilde, tanto para creyentes como para ateos, afirmar que realmente sabemos muy poquito para afirmar nada?

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San Anselmo y San AgustinSan Anselmo de Canterbury (1033-1109) dedicó gran parte de su vida a encontrar una demostración irrefutable de la existencia de Dios. En su Proslogion ( 1078 ) nos dejó su famoso argumento, denominado tradicionalmente como argumento ontológico. Dice aproximadamente así:

1. Si nos ponemos a pensar en la cosa más grandiosa tal que nada más grandioso (perfecto) pudiera pensarse (aliquid quo nihil majus cogitari possit) nos viene a la cabeza la idea de Dios. Parece evidente que Dios es lo máximo pensable.

2. Entonces, como mínimo, Dios existe en mi mente (o entendimiento) ya que puedo pensar en él, es un contenido mental; pero si existiese además fuera de él (en la realidad) sería aún más grandioso (perfecto). Si tenemos dos objetos, uno que existe y otro que no, parece lógico afirmar que el que existe es más perfecto que el que no existe. La existencia es un atributo de perfección (sin embargo, si analizamos bien esta afirmación, parece gratuita. Y de hecho, el concepto de perfección es muy ambiguo. Si entendemos perfecto, a lo griego, como algo que ya está acabado pues no carece de nada – o que ya ha actualizado todas sus potencias – algo que no existe es tan perfecto o quizá más que algo que existe).

3. Si Dios sólo existiera en mi mente cabría pensar en otro ser superior a él que existiera también en la realidad. Pero como Dios es lo máximamente pensable (lo más perfecto que cabe concebir) ha de existir también en la realidad ya que si no no sería lo máximamente pensable. Ergo, Dios necesariamente ha de existir.

Esta demostración, al igual que todo argumento que intenta demostrar la existencia o inexistencia de algo a priori, es falaz (vease la prueba de la inexistencia de Dios que comentábamos hace unos días) como bien vieron Santo Tomás y Kant.  Probemos otro argumento de estructura similar para reducirlo al absurdo:

1. Como soy un glotón, para mí, en este instante del presente, lo máximamente deseable es tener delante de mí un exquisito chuletón de Ávila.

2. La existencia parece atributo de deseabilidad. Es absurdo desear cosas que no existen. Por lo tanto, si el chuletón de Ávila no existiera en este instante del presente aquí delante, no sería lo máximamente desable para mí.

3. Ergo, el chuletón de Ávila ha de estar necesariamente delante de mí ya que si no fuera así contradecimos el punto 1.

En general, el argumento de San Anselmo confunde el plano mental con el real. La necesidad lógica sólo implica la correcta deducción a partir de las premisas, nunca la existencia de algo en la realidad, y lo realmente discutible son siempre las premisas. No obstante, este argumento quedó no como una demostración irrefutable sino, más bien, como un refuerzo de la fe de los que ya la tienen. Para un creyente puede servir como ayuda, pero para un no creyente no sirve absolutamente para nada más que como juego intelectual.

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En la Web atea que vemos primera si buscamos ateísmo en Google aparece un artículo titulado Demostración matemática de la existencia de Dios. Tal demostración es tan falaz como cualquier intento de demostrar a priori la existencia o inexistencia de algo (del mismo modo todas las demostraciones de la existencia de Dios, desde San Anselmo a Santo Tomás son igualmente falaces), pero no deja de ser interesante.

En resumidas cuentas viene a decir así:

Tenemos un superconjunto en donde están todas las cosas que pueden existir pero cuya existencia no ha sido demostrada. Este superconjunto se puede dividir en dos: uno, el de las cosas cuya existencia no ha sido demostrada pero que existen realmente, y otro con todas las cosas cuya existencia no ha sido demostrada y que no existen. El tamaño de ambos conjuntos es bastante desigual. El de las cosas que no existen es un conjunto infinito (esto lo da por supuesto el autor del argumento si bien a mí me parece que no tiene por qué serlo.  El conjunto de todas las cosas que imagino que pueden existir y que no existen es finito, mientras que el de cosas imaginables es infinito. Hay que distinguir entre infinito actual y potencial) y el de las cosas que existen es finito (yo apostaría porque sí, pero podríamos vivir en un universo infinito).

Si pensamos en Dios como en una cosa que puede existir pero que no está demostrada su existencia, Dios será un elemento del superconjunto pero, ¿en qué subjconjunto estará? ¿en el de las cosas que existen o en el de las que no? Ya que el conjunto de las que no existen es infinito, la probabilidad de que Dios no exista será del 100%. Ergo, Dios no existe.

¿Cuál es el punto flaco de este argumento? Que según él, todas las cosas cuya existencia no está demostrada no existen, ya que igual que con la idea de Dios pasaría con todos los demás elementos del superconjunto. Todos los elementos tienen un 100% de probabilidades de estar en el subconjunto de las cosas que no existen. Además, como este argumento no diferencia entre pasado, presente y futuro, llega a absurdos. Urano era un planeta cuya existencia no se demostró hasta 1781. Hasta ese año, Urano tenía un 100% de probabilidades de no existir y sin embargo ¡existe! ¿Cómo es posible que algo exista cuando sabíamos al 100% que no existía?