Terry Winograd es el genio de la informática que diseñó SHRDLU, un programa que, allá por finales de los 60, era capaz de una notable comprensión del lenguaje. Con un entorno muy simplificado (lo que desde entonces se ha llamado mundo de bloques), podría realizar múltiples interacciones (coger un cono y ponerlo entre el cubo y la pirámide) obedeciendo mandatos lingüísticos (SHRDLU, coge el cono y ponlo entre el cubo y la pirámide). Se le podía preguntar sobre el historial de acciones y la justificación de su conducta. Un ejemplo de conversación que muestra los poderes de este programa sería (en cursiva las respuestas de SHRDLU):
¿Puede una pirámide sostener otra pirámide?
No lo sé.
Apila dos pirámides
(SHRDLU lo intenta y fracasa). No puedo.
La pirámide azúl es mía.
Entiendo.
Yo poseo los bloques que no son rojos pero no poseo nada que sostenga una pirámide.
Entiendo.
¿Poseo la caja?
No
¿Poseo algo que esté dentro de la caja?
Sí, dos cosas: el bloque azul y la pirámide azul.
¿Hay algo que sea mayor que cualquier pirámide que no sea tan ancho como la cosa que lo sostiene?
Sí, el bloque azul.
¿Sostiene algo verde la cosa más corta que sostiene el soporte de la pirámide más alta?
Sí, la pirámide verde.
¿De qué color es?
Supongo que te refieres a la cosa más corta que sostiene el soporte de la pirámide más alta. Rojo.
Una torre.
Lo siento, no conozco la palabra torre.
Una «torre» es un apilamiento que contiene dos cubos verdes y una pirámide.
Entiendo.
¿Hay alguna torre ahora?
No.
¿Puedes apilar, por favor, los dos bloques rojos y un cubo verde o una pirámide?
De acuerdo (SHRDLU hace lo que le ordenan).
[…]
¿Has tocado alguna pirámide antes de poner una sobre el bloque verde?
Sí, la verde.
¿Cuándo la cogiste?
Cuando estaba apilando un cubo rojo, un cubo verde grande y un bloque rojo grande.
¿Por qué?
Para quitarla.
¿Por qué hiciste eso?
Para despejar el cubo rojo.
[…]
¿Por qué hiciste eso?
Porque me lo pediste tú.
Extraído de Jack Copeland, Inteligencia Artifical
Una conversación tan impresionante auguraba que en unos pocos años tendríamos máquinas que pasaran con creces el Test de Turing, e innegable inteligencia artificial a la vuelta de la esquina. ¡Si parece que estamos conservando con HAL 9000! ¿Qué pasó entonces? ¿Por qué no estoy ahora mismo charlando de la crisis con mi tostadora? SHRLDU se movía bastante bien en su micromundo. Se pensó que lo único que había que hacer era ir aumentando progresivamente la complejidad de ese mundo hasta hacerlo tan grande y complejo como el nuestro. Pero aquí estuvo el gran problema: la complejidad de multiplica exponencialmente, no siendo nada fácil pasar de un mundo de simples formas geométricas a la realidad humana. El mundo simbólico del hombre es insondablemente más complicado de lo que nadie pudiese imaginar. Pero es más, ¿y si no sólo fuera muy complejo de la forma en que progresivamente, con arduo y lento trabajo, podamos acercarnos a él, sino que fuera insuperablemente complejo? SHRDLU es un programa trivial si lo comparamos con un ser humano enfrentándose a la realidad y, sin embargo, su creador Terry Winograd, a pesar de poseer un grandísimo talento para la programación, confesaba:
El código presenta una masa densa, con pocos asideros. Incluso yo, que he escrito el programa, me encuentro cerca del límite de lo que puedo retener en la cabeza. Después de abandonarlo unos pocos meses, es muy difícil responder a las preguntas sobre partes específicas, o anticipar los efectos de cambios propuestos.
Y es que el cerebro humano tiene una cantidad tan grande de conexiones sinápticas, su complejidad es tal que, ¿nadie se ha planteado la posibilidad de que sea imposible sin más tener un modelo matemático de él? ¿Nadie se ha planteado la, desalentadora sin duda, idea de que hay cosas que nuestra limitada capacidad intelectual no podrá hacer? Yo no puedo memorizar dos millones de números. Si para diseñar tal o cual ingenio hace falta memorizarlos… ¿no será que no puedo y punto? ¿No existirá un límite Winograd para llegar a comprender o descubrir ciertas cosas?
Los del CYC ahí siguen, insensibles al desaliento.