En su Blog Una nueva conciencia y, a raíz de un post publicado por José Luis Ferreira, Carlos realiza un feroz ataque al naturalismo, al positivismo y al racionalismo. Si bien yo sólo me sumo de modo militante a la primera de estas tres corrientes (algo a la tercera y nada a la segunda), entiendo que se me englobe dentro de estas tendencias. Aquí va mi respuesta.
Abro un manual de fisiología vegetal y me encuentro con una bella ilustración de, por ejemplo, una clásica célula vegetal. Veo como cada una de sus pequeñas partes esta cuidadosamente catalogada (con nombres muy feos eso sí), como se han establecido funciones (sabemos para qué vale cada cosita), redes de relaciones entre cada uno de los distintos orgánulos, complejas interacciones físicas, térmicas, químicas… Cuando veo la célula vegetal, me imagino los arduos años de trabajo de laboratorio, me imagino al curioso naturalista mirando por su microscopio (aparato que requirió siglos de trabajo para su refinamiento actual y que, leches, ¡funciona dogmáticamente!). Años, becas de investigación, horas y horas de trabajo muchas veces mal remunerado… Esa es la gran empresa del conocimiento humano. Cuando ojeo las páginas de ese manual, la fuerza que me guía es la curiosidad de comprender mejor el mundo (la cual creo que también guió al fisiólogo gracias al cual puedo entender la célula) y la fascinación ante ver lo maravillosa que es realmente la naturaleza. A cada página que paso voy encontrando algunas respuestas, entiendo por qué la pared celular está hecha de celulosa o para qué valen las vacuolas, pero inmediatamente surgen otras mil preguntas: ¿cómo almacenan las sales las vacuolas? ¿cómo atraviesan los nutrientes la pared celular? Para algunas vuelven a darse respuestas, pero para muchas otras no. Y lo bonito, a la vez que trágico, es que no se pueden dar rápidamente. He de esperar a otros años de cuidadosa y precisa investigación, a muchas hipótesis atrevidas pero refutadas, o a que quizá no se sepa nunca. Sin embargo, al mirar la imagen de la célula me cuesta pensar que exista algo de mentira aquí, algo de conocimiento relativo o de escepticismo… ¿Es que acaso la célula vegetal no tiene las partes que aquí se mencionan? ¿Es que los procesos químicos de los que aquí se hablan no ocurren realmente? Podría darse que algunas cosas estuvieran equivocadas pero no la mayoría: las proteínas se sintetizan en los ribosomas, esto es algo extremadamente difícil de negar.

¿Hay algo de dogmatismo, de fortín de seguridad psicológica, de nueva ideología de moda, de servilismo estatal, de perezosa comodidad intelectual que ingenua no duda de sus fundamentos, en mi paseo por el manual de fisiología vegetal? No, aunque puede derivar en ello. Si afirmo que eso es lo único que puede decirse sin más sí, si niego toda posibilidad de otro discurso por principio sí, si tacho a priori de estupidez todo lo demás sí. Pero no es el caso, porque lo que se hace es tachar algunas cosas sólo a posteriori.
Después de comprobar los terribles esfuerzos de miles de biólogos durante siglos por conseguir hablar dos líneas de un minúsculo orgánulo, me encuentro con el filósofo posmoderno de turno (a lo Lyotard por ejemplo), el cual tira por la borda todo a partir de tres libros que ha leído y de dos tardes de pensar frente a la estufa. El conocimiento es relativo, una invención, una fabulación del hombre atormentado que no sabe vivir en la incertidumbre… No hay hechos, sólo interpretaciones decía Nietzsche.¡Gödel lo ha demostrado desde las matemáticas, Feyerabend desde la historia de la ciencia! La ciencia es una ideología burguesa, cuya única justificación es servir a la clase dominante… ¡Heisenberg ha destruido todos estos dogmas desde la física cuántica! Entonces vuelvo a mirar mi manual de fisiología y pienso: será verdad entonces y es que los ribosomas no sintetizarán proteínas. Será verdad, así que voy a negar todo esto no sea que me llamen dogmático o positivista que, en un alarde de ingenuidad, no se ha dado cuenta de que es un burócrata al servicio de un opresivo statu quo. Y es que, habitualmente, la mayoría de esta peña no se ha asomado ni por un segundo a mi querido manual.
A partir de este conocimiento tan dogmático e ingenuo, que se caracteriza (entre otras carencias) por su precisión, por haber sido elaborado con sumo cuidado en un trabajo comunitaro de muchísimas personas, y porque su modus operandi reside precisamente en no creerse nada hasta tenerlo muy pero que muy comprobado, podemos permitirnos el lujo (sin ser tachados de fanáticos o tiranos espero) de tachar a posteriori aquellas cosas que están hechas con menos precisión, esfuerzo o cuidado. Y eso es lo que se hace. Planteamientos como las filosofías de Aristóteles, Hegel o Leibniz (por las que tengo un sumo respeto) pierden la partida contra las teorías científicas porque adolecen de ciertas carencias. Aristóteles fue un gran observador pero lo faltó la experimentación, y Hegel o Leibniz se alejan tanto de la observación y del sentido común que acaban por plantear posturas excéntricas o descabelladas. Lo que criticamos (o yo critico) son las posturas alejadas de la naturaleza, que no tienen cuidado en comprobar de algún modo sus tesis (la teología cristiana es un claro ejemplo), que caen en las trampas del lenguaje (es la gran aportación de la filosofía analítica), que se pierden en infructuosas especulaciones (el pensamiento trinitario por ejemplo) o que, a fin de cuentas, no solucionan ningún problema (¿Me puede alguien decir qué problema teórico o práctico solucionó Heidegger?). Criticamos a aquel que se lanza a hablar páginas y páginas de la vida sin haber tocado mi manual de fisiología (estará faltando al respeto a todos los que lo hicieron posible).
Pero estoy abierto a que me ofrezcan otras cosas. Si alguien tiene algo mejor a la lógica matemática (la razón) y a la verificación experimental (la observación) que, por favor, me lo presente.