Imaginamos el mundo material como completamente inerte. Pensamos en bolitas agrupadas en moléculas que se mueven y colisionan según fuerzas de atracción y repulsión. Carga, masa, energía, presión, volumen, tensión, magnetismo, campo, aceleración, gravedad… describen el universo como una gran máquina de vapor, como un colosal reloj. Así percibimos el universo: planetas, cometas, estrellas que se acercan y se alejan como bolas de billar. Un universo móvil pero inerte, muerto, en el que la vida parece ser un acontecimiento, por lo menos hasta lo que sabemos, bastante excepcional. Sin embargo, si miramos el mundo a otra escala, la celular, el comportamiento de la materia parece completamente diferente:
Si imaginamos una célula llena de aparatos intrincados, partes con tareas asignadas, dichos dispositivos se hallan bombardeados continuamente por moléculas de agua. Un objeto en una célula recibe la colisión por parte de una molécula de agua aproximadamente cada diez billonésimas de segundo. No se trata de un error tipográfico; es casi imposible pensarlo de una manera intuitiva. Estas colisiones no son triviales; cada una de ellas posee una fuerza que deja en una nimiedad las fuerzas que los dispositivos puedan ejercer. Lo que puede hacer al aparato interior de una célula es impulsar los acontecimientos en una dirección en lugar de hacerlo en otra, lo que confiere una cierta coherencia a la tormenta.
El medio acuoso es importante a la hora de mantener la tormenta. A esa escala espacial, muchos objetos se adherirían entre sí y se aglomerarían si estuvieran en tierra firme, pero en el agua no se aglomeran; lo que hacen, en cambio, es mantenerse en movimiento, por lo que la célula es un ámbito de actividad autogenerada. Solemos pensar en la «materia» como algo inactivo e inerte […]. Pero el problema con el que han de habérselas las células no es hacer que ocurran cosas, sino crear orden, establecer un cierto sentido en el flujo espontáneo de acontecimientos. En tales circunstancias, la materia no se encuentra estática y sin hacer nada, sino que corre el peligro de hacer demasiado; el problema es obtener organización a partir del caos.
Peter Godfrey-Smith, Otras mentes.
La mecánica de Newton estaba muy bien para predecir el funcionamiento del mundo a nuestra escala, pero vamos comprendiendo que la naturaleza se comporta de formas completamente diferentes en cuanto que cambiamos de tamaños. Por eso hay que tener cuidado cuando aceptamos ciertas críticas al materialismo porque habría primero que preguntarse a qué materialismo se refieren. Parece bastante obvio que el materialismo del siglo XIX, el de las bolas de billar, ha quedado un poco anticuado; pero es que no es, desde luego, la única forma de entender la materia (sin todavía tener que recurrir a la cuántica).