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La verdad es que no esperaba demasiado. Me olía a que, dada la pobreza el estado del arte, no se podía presentar nada demasiado revolucionario, pero ¿quién sabe? Estamos hablando de Elon Musk, ese que consiguió hacer aterrizar cohetes y mandó un Tesla Roadster al espacio… Pero no, nada nuevo bajo el sol: el típico show grandilocuente al que los multimillonarios americanos nos tienen acostumbrados con la misma poca chicha que la mayoría de su cine.

Bien, ¿y qué nos presentaron? Lo único interesante ha sido  una mejora en la miniaturización del sistema: los electrodos que utiliza Neuralink v0.9  son diez veces más finos que un cabello humano, lo cual permite que cuando se implantan esquiven mejor venas y arterias, evitando el sangrado y la inflamación. Son menos invasivos que los modelos anteriores. Del mismo modo, su menor tamaño les hace ganar en precisión. Uno de los retos más importantes de las técnicas de monitorización cerebral es la precisión: conseguir captar la actividad de solo el grupo de neuronas que nos interesa, apagando el ruido de todo lo demás. Eso es muy difícil con técnicas no invasivas (sin meter electrodos en el cerebro) y con las técnicas invasivas disponibles la precisión todavía es muy baja. Además, los electrodos de Neuralink pueden captar 1024 canales de información, lo que es diez veces más que los cien que se venían manejando en los dispositivos comerciales al uso. Y hasta aquí da de sí la novedad. Todo lo demás ya se había hecho. Kevin Warwick, de la Universidad de Reading, ya se implantó bajo la piel un chip de radiofrecuencia que le permitía hacer cosas como encender y apagar luces, abrir puertas, etc. Esto fue en 1998, hace ya un poquito. O si queremos un ejemplo patrio, el neurocientífico Manuel Rodríguez Delgado implantó unos electrodos en el cerebro de un toro al que paraba en seco mediante un mando cuando éste se dirigía hacia él para embestirle. Tecnología inalámbrica de control mental en 1963. Hace ya 57 años de esto. Hoy hay miles de personas con implantes cocleares que mejoran la audición de pacientes sordos y también existen implantes electrónicos de retina que devuelven parcialmente la visión a personas ciegas.

¿Y dónde está la trampa? Musk dice que con este dispositivo se podrán tratar multitud de trastornos tales como la ansiedad, la depresión, la ansiedad, el insomnio, pérdidas de memoria… ¡Maravilloso! ¿Cómo? Y aquí se acaba la presentación. Es cierto que tenemos ciertos estudios que avalan que hay ciertas mejoras en pacientes a los que se electroestimula, por ejemplo, en el caso del Parkinson. También, hay multitud de experimentos en los que conseguimos ciertos cambios conductuales, simplemente, bombardeando eléctricamente tal o cual zona del cerebro, pero de ahí a curar la depresión… ¡va un universo! Y es que Musk parte de un terrible error demasiado común hoy en día: pensar que el cerebro es, por completo, un computador, en el sentido de pensar que dentro del cerebro solo hay una especie de larguísima maraña de cables. Nuestras neuronas funcionan eléctricamente sí, pero solo a un nivel. En ellas hay una infinidad de interacciones bioquímicas aparte de lanzar un pulso eléctrico por el axón. Y muchísimas de ellas las desconocemos. De hecho, la neurociencia está todavía en pañales. Nuestro conocimiento del cerebro es todavía terriblemente superficial. Entonces, ¿cómo justificar que solo mediante la estimulación eléctrica vamos a hacer tantas cosas? No se puede porque, seguramente, no se va a poder hacer así.

Musk nos está vendiendo que con su interfaz va a poder, literalmente, leer la mente. No colega, tus electrodos captarán ecos de la actividad mental, como yo escucho el ruido del motor del coche cuando voy conduciendo. Actualmente no sabemos cómo el cerebro genera emociones, pensamientos, recuerdos, consciencia… Tenemos algunas pistas sobre en qué zonas aproximadas puede ocurrir cada una de estas cosas, pero poco más. Obviamente, saber la localización de un suceso no es saber todavía demasiado del suceso. Si yo oigo el ruido del motor debajo del capó podré inferir que, seguramente, el motor está debajo del capó, pero eso no me dice casi nada de cómo funciona el motor. Por ejemplo, sabemos que en el hipocampo es donde se generan nuevos recuerdos pero, ¿cómo se generan? ¿Y dónde y cómo se guardan en la memoria? Silencio vergonzoso.

A mí, cuando en estas infructuosas discusiones en la red, alguien se me ha puesto chulito igualándome la actividad neuronal al pensamiento, suelo retarle a que me explique todo el proceso causal que va desde que yo, ahora mismo, decido pensar en mi abuela hasta que en mi mente aparece su imagen, únicamente mediante lo que sabemos de la neurona ¿Cómo diablos se genera una «imagen mental» mediante disparos eléctricos o vaciando vesículas sinápticas de neurotransmisores químicos? ¿Cómo consigue una molécula de acetilcolina que el recuerdo de mi abuela se quede fijado en mi mente? ¿Cómo hacen las moléculas de serotonina o de dopamina que yo tenga sensaciones agradables al pensar en ella? No tenemos ni remota idea. O le reto a qué me diga en qué se parece el paso de un pulso eléctrico por un conjunto de células mielinizadas al recuerdo fenoménico de mi abuela ¿En qué se asemejan los colores y rasgos de la cara de mi abuela en la imagen que parece proyectarse en mi mente a los procesos bioquímicos que ocurren en mi cerebro para que digamos que ambas cosas son lo mismo? Silencio vergonzoso. Con total certeza, el cerebro hace muchísimas más cosas que transmitir impulsos eléctricos entre células nerviosas y, por tanto, el cerebro no es un circuito electrónico tal y como piensa Musk, por lo que sus electrodos van a tener un alcance mucho más limitado de lo que nos ha hecho creer. Y en el mejor de los casos, suponiendo que al final, por un increíble golpe de suerte, Musk acertara y su Neuralink nos salvan de todos los males, su modus operandi no es éticamente correcto: no se pueden vender promesas, hay que vender hechos consumados.

Otra estrategia que suelen utilizar estos visionarios tecnológicos es con un error o sesgo que solemos cometer a la hora de analizar el desarrollo de cualquier tecnología o programa de investigación científica. Consiste en tender a pensar que una tecnología que en el presente va muy bien, seguirá progresando indefinidamente hacia el futuro. Por ejemplo, si ahora tenemos Neuralink versión 0.9, podríamos pensar: bueno, la 0.9 todavía no hace mucho pero espera a que llegue la 10.0 ¡Esa ya nos permitirá volcar Wikipedia entera en el cerebro! NO, de que una tecnología sea ahora puntera no podemos inferir, de ninguna manera, que seguirá siéndolo. De hecho, la historia de la ciencia y la tecnología nos ha mostrado multitud de investigaciones muy espectaculares en principio pero que no fueron a más. Por ejemplo, si pensamos que la inteligencia artificial es ahora una disciplina muy a la vanguardia, hay que ver que ha pasado por varios inviernos en los que quedó completamente olvidada. Es muy posible que el hoy tan alabado deep learning pase de moda en un tiempo y otras tecnologías ocupen su lugar ¿Por qué? Porque esas investigaciones o desarrollos se encuentran, de repente, con problemas que se enquistan y que quizá tardan diez, veinte, cincuenta años en resolverse o, sencillamente, no se resuelvan nunca. También tendemos a pensar que el progreso tecno-científico todo lo puede, que, al final, todo llegará y que solo es cuestión de tiempo. No, eso es un mito sacado de la más barata ciencia-ficción. No hay ninguna inferencia lógica que sostenga este progreso imparable hacia adelante. Verdaderamente, la ciencia y la tecnología son cosas mucho más humildes de lo suele pensarse.

No obstante, partiendo una lanza a favor de Musk, también hay que decir que el hombre, al menos, dedica su talento y fortuna a desarrollar tecnologías. Podría haberse comprado un equipo de fútbol o puesto a coleccionar yates, y en vez de eso emprende proyectos que, al menos a priori, tienen una finalidad pretendidamente positiva para la humanidad. En este sentido Musk está muy bien y ojalá todos los multimillonarios del mundo se parecieran un poquito más a él. Al menos, tal y como no se cansan de repetir su legión de seguidores en la red, él es valiente, se arriesga y emprende intentando llevar las cosas a cabo. El problema de Musk es que está en la onda del transhumanismo trasnochado de la Universidad de la Singularidad de Ray Kurzweil y cía. Esta gente defiende ideas muy discutibles tales como el el advenimiento de una inteligencia artificial fuerte en las próximas décadas, o la consecución de la inmortalidad, ya sea eliminando el envejecimiento mediante nuevas técnicas médicas, ya sea subiendo nuestra mente a un ordenador (mind uploading). Lo malo no está en que defiendan esas ideas (¡Yo quiero ser inmortal!), lo malo es que lo hacen a partir de una más que endeble base científica, y eso en mi pueblo se llama vender humo.

De este tema vamos a hablar este domingo a las 12:00 en Radio 3 en el célebre programa «Fallo de sistema». Estaré junto a personas del peso de Ramón López de Mántaras, director del Instituto de Investigación de Inteligencia Artificial del CSIC; Juan Lerma, editor en jefe de Neuroscience; Manuel González Bedía, asesor en el Ministerio de Ciencia, Innovación y Universidades; Liset Menéndez, líder del Laboratorio de Circuitos Neuronales del Instituto Cajal; o el tecnohumanista Pedro Mujica,  impulsor de IANÉtica.  He de decir que nunca he estado sentado en una mesa  con personas de tanto nivel científico. Es la flor y nata de la ciencia española. Así que yo voy a estar bastante calladito escuchando y aprendiendo. No os lo perdáis.

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  1. MacLuhan hablaba de «extensiones del hombre» o Ernst Kapp de «órganos proyectados». He leído muchas veces usar la expresión «prótesis» (si bien sería más correcto decir «órtesis» en la mayoría de los casos ) para hablar de los adelantos tecnológicos que forman parte de nuestros quehaceres cotidianas y que, en cierto sentido, forman parte de nuestro cuerpo, siendo ya complejo establecer una frontera entre hombre y máquina. Se habla de cyborg para referirse a esta simbiosis representada por individuos con cualquier tipo de implante mecánico o electrónico. Todos se quedan muy cortos. Ortega se acercó algo más: somos esencialmente técnicos, esencialmente artificiales: nuestra forma de relacionarnos con el mundo es el artificio. No es que podamos elegir entre usar tecnología o no, es que somos tecnología. El ludismo es el movimiento más antinatural que existe y el transhumanismo es un humanismo.
  2. Spacewar fue el primer videojuego de la historia. Lo diseñó en 1962 un estudiante del MIT llamado Steve Russell. Conocer la fecha de este evento no parece importante. Yo mismo no la conocía hasta hace unos días, pero eso cambiará drásticamente. Igualmente que la historia que nos enseñaron en los institutos (llena casi exclusivamente de reyes y batallitas) ha ido evolucionando para convertirse en una historia social, económica, simbólica, de las ideas, etc. muchísimo más útil y significativa, la historia de la computación terminará por incluirse en ella y tener un importante papel en los planes educativos (o no, dependerá claro de nuestra insigne clase política). Es una obviedad decir que a día de hoy, un sociólogo no se enterará de absolutamente nada sin la historia del procesamiento de la información.
  3. En 2008 existían ya unos 8,6 millones de robots, cifra que contrasta mucho con los escasos 20.000 que funcionaban en 1980. En 28 años ya hay 430 veces más robots y, sin embargo, la jornada laboral no se ha reducido (incluso ha subido a principios de siglo) ¿Por qué? ¿En qué están fallando las predicciones de Keynes? ¿Por qué no tenemos ya jornadas de dos o tres horas diarias? Dos razones: nosotros, la clase media hemos elegido mantener un elevadísimo nivel de consumo a cambio de seguir trabajando muchas horas (hay que ser imbéciles pero así lo hemos decidido. Ya veréis a quién votáis o cuáles son las prioridades en vuestras vidas). Y la segunda: desde las clases dirigentes se ha remado en la misma dirección como no podría ser de otra manera. En tu empresa, si tus trabajadores echan ocho horas y producen x, y ahora tienes dos robots que te hacen producir x+5 sin un aumento significativo de costes, bienvenido sea ese aumento de producción en un ámbito de dura competencia en el sector. Si reduces la jornada laboral, siempre habrá otra empresa que no lo hará y ganará la partida, así que no lo haces. Sin una legislación global no se puede hacer nada.
  4. Diversos estudios (por ejemplo aquí y aquí) calculan que en un par de décadas casi la mitad de los puestos de trabajo en el sector industrial serán ocupados por robots. En España el sector industrial representa, desgraciadamente, solo un 20% del total de los trabajadores. Si tenemos algo más de 17 millones de trabajadores, de los cuales 3,4 trabajan en la industria, para el 2040 tendremos 1,7 millones de puestos de trabajo destruidos. Son veinte años, una generación. Hay tiempo para formar a los futuros trabajadores para adaptarse a este nuevo mercado laboral (evidentemente dentro de lo previsible. Mucho de lo que venga en veinte años es totalmente impredecible a día de hoy), si bien será complicado conseguir suplir un número tan alto de puestos de trabajo perdidos (se auguran momentos complicados). Además, este suceso implicará la división entre países que han conseguido robotizar su sector industrial y los que no. Se antoja muy necesario prepararse para la inminente robolución.

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Creo sinceramente que esto de las etiquetas, las posiciones y demás poses intelectuales es una estupidez, cuando no algo nocivo. Ya comentábamos que posicionarse termina por convertirle a uno en dogmático. Decir que eres liberal, materialista, católico o feminista te convierte en un esclavo de tu posicionamiento. Desde ese momento, te deberás a algo, trabajaras y pensarás para ese algo, en vez de hacerlo libremente. Como decía Nietzsche, te convertirás en un mono de tus ideales.

Con ánimo de contradecirme un poco, voy a hacer un esfuerzo de explicar cuáles son las principales tesis filosóficas que defiendo o, más que defender, a las que he llegado, a día de hoy, tras tiempo de estudio y reflexión.  Reitero el día de hoy porque, lo mismo, mañana he modificado algunas; y así lo espero, porque el pensamiento no debe paralizarse ya que cuando se paraliza deja de ser pensamiento.

1. Naturalismo (epistemología). Reconozco que no es una tesis filosófica que tenga especialmente bien trenzada. No podría definir concluyentemente «naturaleza» o «causa natural». Más bien lo entiendo como una terapia epistemológica contra el «sobrenaturalismo» muy ligada al empirismo y a la navaja de Ockham: fiarse principalmente de los datos de la observación y no sobrecargar la teoría con demasiada metafísica. Es una cuestión de higiene metodológica más que una postura ontológica. Inspiración: Hume, Ockham.

2. N-alismo de propiedades (ontología). Mi «compromiso ontológico», que diría Quine, es utilizar una terminología que resulte económica, lo menos problemática posible, no-reduccionista y que me permita pensar con claridad. Por eso si me preguntan qué es lo que existe, nunca digo materia o átomos, sino prefiero hablar de sistemas o de redes de relaciones en las que los objetos son meramente nodos. Tiendo más hacia el holismo que hacia el reduccionismo, doy más realidad a las relaciones que a los objetos y creo que existen muchísimas cosas diferentes (n-alismo de propiedades) para que podamos encerrarlas todas bajo el misterioso concepto de materia. Inspiración: John Searle, Wittgenstein, Von Bertalanffy.

3. Determinismo (ontología). No creo que exista nada que pueda entenderse como «acto libre» en el sentido de ser independiente de causas anteriores. El Universo es una enorme red causal en el que, incluso si hubiese fenómenos realmente aleatorios, seguiría sin tener lugar para el libre albedrío. El determinismo tampoco implica la posibilidad de una predicción absoluta, al estilo del diablillo de Laplace. Es posible postular fenómenos totalmente determinados de imposible predicción. Inspiración: Lapalce, Spinoza, Ted Honderich.

4. Pragmatismo (Gnoseología). Conocer algo no es tener una representación mental en el que tenga que existir una similitud entre lo conocido y la representación. Conocer es una forma de interactuar con el mundo. Nuestros modelos de la realidad no tienen por qué parecerse a la realidad, tienen que funcionar eficazmente en ella. Inspiración: Peirce, Dewey, James, Rorty, Quine, Varela.

5. Darwinismo heterodoxo. La revolución darwiniana ha cambiado profundamente nuestra forma de entender el ser humano, más que cualquier otro descubrimiento científico. Los seres humanos somos fruto de la evolución y eso hay que entenderlo con todas sus consecuencias (cosa que creo que hoy en día no se ha conseguido plenamente). Sin embargo, no tengo problemas para aceptar otras fuentes de cambio evolutivo diferentes o que maticen la clásica selección natural darwiniana (endosimbiogénesis, deriva génica, epigenética, transmisión horizontal de genes, etc.). Inspiración: Jay Gould, Michael Ruse, Elliot Sober, Lynn Margulis, Dan Dennett.

6. Criptoateismo (teología). Creo que todas las religiones históricas son fundamentalmente falsas, sin embargo, reconozco no poder negar taxativamente la existencia de algún tipo de «deidad». No sé si somos el experimento de una raza extraterrestre, la perversión un genio maligno o el capricho de Zeus crónida. Por eso la postura más honesta me parece el agnosticismo que acaba por terminar en un criptoateismo: el agnóstico, en su día a día, vive como un ateo. Inspiración: Bertrand Russell, Thomas Henry Huxley.

7. Falibilismo (epistemología). No hay ninguna certeza, no hay ningún conocimiento tan sólido que no admita la duda. Nuestras teorías científicas más contrastadas no superan el rango de hipótesis plausibles. La auténtica actitud del científico consistirá en trabajar contra sí mismo, es decir, someter a dura crítica una y otra vez sus propias creencias. Inspiración: Karl Popper.

8. Evolucionismo multilineal (antropología). Las culturas no evolucionan siguiendo una misma dirección (salvajismo, barbarie, civilización) tal como pensaba la antropología evolucionista del siglo XIX. Cada cultura puede evolucionar hacia una infinidad de direcciones, pero eso no imposibilita el juicio crítico de unas culturas sobre otras.  El evolucionismo multilineal constituye una solución al relativismo cultural de Franz Boas, que acaba por llevarnos a un relativismo absoluto incapacitado para juzgar cualquier violación de los derechos humanos. Inspiración: Leslie White, Roy Rappaport.

9. Relativismo ético (ética). El origen de la moral está en la evolución natural, relacionada con las emociones (emotivismo) y con la normatividad propia del funcionamiento de cualquier grupo social. Por eso no existe realmente «lo bueno» como idea platónica a la que llegar mediante la razón. La equidad y la reciprocidad como principios básicos de la moral vienen originados por nuestras necesidades evolutivas, las cuales, si fueran diferentes hubieran dado a códigos éticos distintos. Inspiración: Hume, Peter Singer, Moore, Frans de Waal.

10. Socialdemocracia (filosofía política). A pesar de que he coqueteado mucho con diversas ingenierías sociales más revolucionarias (durante un tiempo me tentó bastante lo que se llama socialismo descentralizado), hoy me inclino por formas más realistas. Entiendo que el modelo imperante en los países del norte de Europa constituye un ideal a seguir. La socialdemocracia sueca, noruega, danesa u holandesa, con todos sus problemas, me parecen sistemas bastante aceptables. Me gustaría vivir en un país con unos servicios sociales  públicos muy amplios y de calidad, con una democracia poderosa basada en una activa sociedad civil. No estoy en contra de la economía capitalista, pero entiendo que debe estar fuertemente fiscalizada por los poderes públicos. Del mismo modo, deben existir múltiples mecanismos de control, dispersión y descentralización de tales poderes.  Inspiración: Bernstein, Giddens, Habermas, Chomsky, Giovanni Sartori.

11. Crítica al nacionalismo y cosmopolitismo (filosofía política): la idea de nación siempre ha sido un artificio al servicio del interés de unos pocos; un artificio que no representa nada real. Además, el nacionalismo ha tenido unas desastrosas consecuencias históricas como demuestra con claridad el siglo XX. Ante esto mucho mejor una actitud cosmopolita y universalista que focalice las emociones ligadas a la comunidad a la defensa de derechos y libertades fundamentales (Patriotismo constitucional). Inspiración: Habermas, Séneca, Montaigne, Escuela de Franckfurt.

12. Crítica a la IA fuerte (filosofía de la mente). Hay un entusiasmo desorbitado en torno a las posibilidades a corto plazo de la IA. Nuestra mente no puede ser únicamente un flujo de información y no tenemos ni la más remota idea de como generar consciencia, emociones o deseos en una máquina. El cerebro no es únicamente un computador en el sentido en que no solo manipula símbolos. Inspiración: John Searle, Jack Copeland, Margaret Boden, Pamela McCorduck, Richard Rorty, Marvin Minsky, Igor Aleksander.

13. Crítica al pensamiento postmoderno. Una buena parte de los postmodernos son charlatanes puros y duros. Deleuze, Guattari o Lacan están entre mis favoritos. Utilizan una inflación terminológica inaceptable, no mantienen tesis claras (o peor cuando las mantienen), son pretendidamente ambiguos y oscuros (y con ello esconden su mediocridad) y, en general, son, en gran parte, responsables de la crisis actual de las humanidades. Inspiración: Sokal & Bricmont, Mario Bunge.

14. Consilience. Necesitamos una Tercera Cultura que rompa de una vez por todas el divorcio entre ciencias y letras. Creo que la unión entre disciplinas dispares es causa de grandes avances y que los grandes problemas que asedian nuestros días solo serán abordables desde perspectivas multidisciplinares. Inspiración: Edward Wilson, Pinker, el movimiento Edge.

15. Transhumanismo (antropología). La naturaleza humana es fruto del azar genético, por lo que no le debemos nada. Si mediante la ingeniería genética conseguimos modificarla para mejor, bienvenido sea. Quizá la auténtica solución a los grandes problemas del hombre tras el fracaso de la utopía marxista pase por cambiar la naturaleza humana. Si ni mediante la educación ni la política podemos conseguir un mundo mejor, probemos a cambiar al propio hombre. Inspiración: Kurzweil, Stanislaw Lem, Asimov.

Hace unos meses escribí una entrada que creo que no fue del todo bien entendida a juzgar por los comentarios de mis contertulios quizá por que yo no explicase lo suficiente la profundidad y el alcance de su mensaje. Por eso voy a extenderme algo más en la idea fundamental: no existe una naturaleza humana dada de una vez por todas y no hay atadura moral que nos ligue a defender la actualmente existente.

Las bases de la idea son bien sencillas y comúnmente aceptadas: somos un resultado de la evolución. Nuestras características como especie son el fruto de una baraja de cartas que se expresa en nuestro código genético y, según sabemos ahora, los complejos mecanismos que facilitan o inhiben la expresión génica. Nuestra actual naturaleza emerge como consecuencia de una complicada interactuación entre mutaciones, crossing-overs, selección natural, transmisión horizontal de genes, simbiogénesis, etc. (esto se aceptará según lo darwinianamente ortodoxo que uno sea). Eso somos, pero, y esto es lo importante, no debemos nada a eso que somos. Lo entenderemos a dos niveles:

1. Estamos seguros de que hay genes relacionados con la violencia, el egoísmo, la envidia, etc. No están ahí porque un Dios así lo designase ni por ninguna razón en especial más que porque la evolución y sus contingencias así lo dispuso. En este sentido, cuando hablamos de que, mediante los próximos adelantos de la ingeniería genética, podremos erradicar esas características de nuestro fenotipo, no deberíamos aterrorizarnos. Siguiendo el mito de Frankenstein y demás ideas románticas, pensamos que un ser incapaz de sentir violencia o envidia ya no sería un humano. Sería un «bicho raro», algo «artificial», un «monstruo de laboratorio» ante el que habría que sentir miedo. Curioso. No sentimos miedo ante un humano malvado por el mero hecho de que sus genes han sido barajados por la amoral selección evolutiva, pero sí tenemos miedo de un «no-humano» bondadoso por el mero hecho de que hemos sido nosotros los que hemos controlado tal selección. Y es que por el hecho de que el homo sapiens haya permanecido estable los últimos 30.000 años no debe hacernos creer que el ser humano deba ser únicamente esa estabilidad. Si ahora la selección natural premiara un gen que nos hiciera más egoístas… ¿deberíamos aceptar eso como un rasgo más de la naturaleza humana y tachar de inhumanos a los que no lo tuvieran?

2. Que nuestra natuaraleza humana sea fruto de la selección biológica nos debe hacer replantearnos gran cantidad de cuestiones filosóficas. En mi entrada anterior sobre el tema quería hacer ver que algo como que mi mujer se vaya con otro es algo triste porque mis genes así lo han dictado y no porque sea algo universalmente malo en el sentido platónico. Hay millones de especies animales en las que ese mismo hecho no produce sentimiendo alguno en los machos. Lo explica muy bien Daniel Dennett en esta Ted Talk (es la gran inversión que hace Darwin):

Nos gusta el chocolate no porque el chocolate sea intrínsecamente bueno, no porque participe de ninguna idea de bien ni porque la «chocolateidad» sea esencialmente buena, nos gusta el chocolate porque contiene azúcar y la selección natural nos hizo preferir el azúcar porque es muy energético. Así, no hay nada bueno, ni bello en sí mismo. Miremos estas imágenes:

 En la imagen superior tenemos a la voluptuosa actriz italiana Monica Bellucci (con la que espero que el número de visitas a mi blog se duplique), mientras que en la inferior tenemos a una hembra de la popular mosca drosophila. Ambas están desnudas pero parece muy clara la diferencia de sensaciones que nos produce contemplar a cada una de ellas (si bien no estoy seguro que la mosca sea la equivalente en drosophila a nuestra Monica Bellucci). ¿Es más bella Monica que la mosca? ¿Tiene Mónica Bellucci una universal y esencial belleza intrínseca que la hace más hermosa que la mosca? No, sólo tiene unos rasgos que hacen que una serie de detectores propios de los homo sapiens machos se activen y provoquen una serie de sensaciones y sentimientos. Para una drospohila macho, Monica Bellucci no despertaría interés alguno a no ser que estuviera embadurnada en uva fermentada (uno de sus principales alimentos). Quizá incluso la perciba como un ser enorme y repugnante.

Este razonamiento es extensible a todo lo relacionado con nuestra vida. Para la drosophila no hay ninguna sensación de tristeza cuando uno de sus machos copula con otra hembra. Así, todas las cosas que nos producen tristeza no lo hacen porque sean fenómenos tristes en sí mismos, sino porque así lo dictan nuestros genes. Por eso no habría que tener ningún miedo a modificarlos, más que las consabidas precauciones sobre tener claro que estamos jugando con personas y sobre los posibles malos usos que pueden verse muy rápidamente. Tengo muy claro que un ser humano libre, no sólo de enfermedades, sino de miedos y sufrimiento, además de más inteligente, trabajador, constante y generoso sería mejor que el ser humano actual.

Pero es que este cambio ya está sucediendo desde hace mucho. Hace no demasiado tiempo la esperanza de vida humana rondaba los cincuenta años en Occidente. Ahora, ronda los ochenta. Casi hemos multiplicado por dos nuestra longevidad. Los amantes de la naturaleza humana moralmente intocable y dada para siempre podrían decir que un ser humano tan longevo es una abominación, algo antinatural. No, no hay nada antinatural en eso. Hemos mejorado, hemos modificado nuestra vida para mejor cambiándonos a nosotros mismos. Bienvenido sea el transhumanismo.

La obra del artista noruego Christopher Conte, digno discípulo de HR Giger, no deja de ser una inquietante mirada al futuro. Sus inséctos mecánicos y sus calaveras cibernéticas transmiten una tétrica sensación. ¿Será peor que nuestro presente el futuro que nos presenta el transhumanismo? ¿Se cumplirán los nefastos augurios de los tecnófobos?

¿nanobots con forma de insectos utilizados militarmente?

¿Será la "vida mecánica" similar a la vida biológica?¿Será el nuevo hombre un hibrido meca-orgánico?Si os gusta, aquí está el enlace a su Web.

maquina-de-von-neumnannUna máquina de Von Neumann es aquel mecanismo algorítmico (de naturaleza finita) cuya misión es reproducirse a sí mismo indefinidamente.

Supongamos un futuro lejano en el que los seres humanos construimos colonias mineras en otros planetas. ¿Cómo podríamos diseñar un plan para extraer minerales de una forma eficiente y barata? Mandando para esta misión una serie de máquinas de Von Neumann. Suponemos que el mineral que tenemos que extraer es hierro. Enviamos una primera máquina que está diseñada únicamente para extraer y almacenar hierro (A). Después mandamos a una máquina de Von Neumann (B) diseñada para construir máquinas de dos tipos: una primera extractora de hierro y otra igual a sí misma. En la primera hora de trabajo A ha extraído una tonelada de hierro que será usada por B para crear otra máquina extractora A. Con la segunda tonelada B creará una copia suya. Cada vez que tengan una tonelada, las máquinas de Von Neumann crearán sucesivamente una máquina extractora y una copia de sí mismas. Siguiendo este proceso, el nivel de crecimiento de nuestra comunidad de máquinas mineras y del mineral extraído será exponencial y el gasto que deberíamos hacer para mantenerla sería nulo, ya que son autosuficientes.

Perfecto, una excelente fórmula económica, pero a nosotros no nos interesa lo ricos que podrían hacernos unas máquinas así, sino su modo de funcionar. Las máquinas de Von Neumann son independientes, funcionan automáticamente sin que nadie tenga que hacer nada. Sólo necesitamos un Dios deista que las ponga en funcionamiento, una causa eficiente que ponga a la primera máquina a funcionar y éstas harán su existencia por sí solas, multiplicándose sin parar. Su modus operandi no deja de recordarnos a las bacterias: seres programados para reproducirse a toda velocidad y que así lo harían eternamente si no fuera porque los recursos alimenticios son siempre limitados. ¿Por qué nos recuerda esta máquina a un ser vivo? Porque parece ser que la naturaleza pudo obrar utilizando el mismo concepto.

En la naturaleza observamos que existen seres de duración variable. La materia (según su principio de conservación) siempre se mantiene, pero la estructura varia. Una roca en un acantilado va siendo erosionada por el agua marina hasta que acaba por convertirse en arena. La materia es la misma pero la estructura «roca» para a ser estructura «arena». En este caso no vemos ninguna intencionalidad, no hay ningún intento consciente de la roca por ser roca y no ser arena. El evento sucede sin más, la roca no dura eternamente y se convierte en arena. En la naturaleza hay duraciones sin intencionalidad, seres que duran una milésima de segundo (piense en partículas subatómicas) o millones de años (un planeta por ejemplo) sin que intenten hacer nada por remediarlo. Sin embargo, en un momento dado aparece un ser que tiene la extraña propiedad de multiplicarse a sí misma, un antecedente primitivo y remoto del ADN. Será la primera máquina de Von Neumann o, como mínimo, la primera que tuvo éxito en términos evolutivos, es decir, que perduró en el tiempo. El primitivo replicador hace copias que hacen copias. No sólo perdura en el tiempo sino que se hace más y más numeroso. Es una estrategia evolutiva excelente: la roca sólo cuenta con ella misma para perdurar; en cuanto se convierte en arena termina para siempre. Sin embargo, el replicador puede morir y seguir perdurando porque cuenta con muchos iguales a sí. Copiarte a ti mismo es un buen seguro de vida para perdurar (por lo menos para que perduren tus características, no tú mismo. Recordemos el principio de los indiscernibles de Leibniz). Lógicamente, el replicador duró y su estructura fue cambiando. Los cambios tuvieron que ser a mejor ya que si no las cosas no duran.

La tesis de Richard Dawkins es que los seres vivos somos todo lo que se fue poco a poco montando alrededor de estas primitivas máquinas con la finalidad inintencional de protegerlas, de hacer que ellas mismas, o su información o estructura, perduren en el tiempo. Atrevida tesis, sin duda. Nosotros no vamos a ir tan lejos. Simplemente queremos jugar con la idea de Von Neumann aplicada a lo que podríamos entender como especies de seres vivos.

¿Qué diferencia sustancial habría entre un conjunto de bacterias multiplicándose y el ejemplo de la colonia minera de máquinas de V.N.? ¿Existe entonces alguna diferencia entre lo natural-biológico y lo artificial-mecánico? ¿Qué diferencia existiría entre un virus informático y el virus de la gripe? No encontrar diferencias cualitativas entre lo natural y lo artificial, entre los seres vivos y las máquinas nos abre las puertas a pensar en las posibilidades de la Inteligencia Artificial o en las tesis del transhumanismo.