¿Es este brócoli una computadora?

Publicado: 14 abril 2010 en Filosofía de la mente, Tecnología
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¿Es este brócoli una computadora?

Que algo sea computable quiere decir que podemos crear un modelo matemático, algorítmico de él. El crecimiento de un brócoli es fácilmente computado por un ordenador, sin embargo, eso no nos hace pensar que el brócoli mismo sea una computadora. Solemos entender que el computador es aquel que emula, del modo más realista posible, el comportamiento de algo real. Así, dividimos la realidad en dos, la platonizamos: lo real y su copia. Y así, nuestros ingenuos informáticos sólo pueden aspirar a diseñar buenas copias de la realidad, pero nunca «seres reales». Nuestras computadoras podrán pasar el test de Turing, pero eso nunca será «realmente» hablar. Dividimos entre hardware (lo físico, el cuerpo) y software (el programa, el alma), creando sustancias independientes que no nos es imposible volver a casar luego (véase el problema de la comunicación entre sustancias en que se vio envuelto todo el racionalismo moderno) . Sospecho que la arquitectura de computadoras,  la de nuestro querido Von Neumann, basada en estas nociones dualistas resultará, a la larga, infructuosa para construir inteligencia «real».

En primer lugar hay una objeción: si nuestras copias van siendo cada vez más y más realistas,  ¿no podría llegar el momento en el que el original y la copia sean indistinguibles? ¿No podríamos llegar a agotar la realidad mediante nuestros modelos? La respuesta es complicada, pero negarla implicaría aceptar que los originales tienen una propiedad metafísica que los diferencia de sus copias físicamente idénticas.

Y en segundo lugar, creo que se puede poner en duda la idea de que la realidad computada no sea realmente un computador. Si nos fijamos en nuestro ordenador, una serie de objetos físicos (microchips de silicio, circuitos integrados) hacen la función de puertas lógicas que sirven como base para las computaciones, es decir, que una serie de objetos físicos estructurados de una determinada manera producen cálculo. Asimismo, en el brócoli, al comprobar que el resultado de su crecimiento es una geometría fractal (un cálculo), podemos presuponer que, igualmente, posee una serie de objetos estructurados de una determinada manera tal que producen cálculo (a fin de cuentas, todos estamos formados por átomos). No habría entonces una diferencia sustancial, en este sentido, entre el helecho y el ordenador. La diferencia estaría en la versatilidad: mi ordenador es una Máquina Universal de Turing (capaz de realiza cualquier algoritmo según la tesis Church-Turing)  mientras que el brócoli sería una máquina de Turing particular, sólo capaz de realizar una única tarea.

Pero extendamos la metáfora a toda la realidad… ¿No nos llevaría esto a pensar que el universo podría ser una gran supercomputadora ? No nos haría falta ni demostrar que toda la realidad sea computable. Sólo con que gran parte de ella lo fuera (y creemos que así lo es), tendríamos un supercomputador cósmico.

comentarios
  1. Héctor M dice:

    No nos haría falta ni demostrar que toda la realidad sea computable. Sólo con que gran parte de ella lo fuera (y creemos que así lo es), tendríamos un supercomputador cósmico.

    ¿Ein? Non sequitur. Existe el concepto de degeneración para explicar por qué -parcialmente- podría ser modelizable un sistema con una estructura pero no ser enteramente esa estructura. El concepto de degenerado se da cuando estructuras diferentes dan resultados parecidos (Piensa en la estructura matemática de la teoría newtoniana y de la de Einstein)

    La realidad no tendría que ser computable antes bien, seguramente NO lo es pero lo que sí lo es nuestra cognición cuando lenguajea (yo creo que ni eso) de forma que toda construcción verbal es, por su propia naturaleza, computable pero nada más.

    ¡Ah! Respecto a la general confusión -no parece tu caso- entre computabilidad y computadores, déjame autocitarme: La computabilidad es un fenómeno metamatemático suybayecente en todos nuestros modelos científicos, no se puede desechar experimentalmente así como así. Sería como demostrar lógicamente la invalidez del modus ponens.

    Si una serie de fenómenos son enumerables de forma finita e indexables mediante una estructura matemática, tenemos computación.

    Y mira, existe un concepto llamado universalidad computacional que afirma que cualquier sistema, yo qué sé, tres planetas, según cómo estén dispuestos pueden hacer de computadora. Cualquier elemento puede servir para conformar un sistema computable pero hay que considerar que otras instanciaciones de la máquina, la arquitectura Von Neumman, sin ir más lejos, son menos eficientes y por tanto tal vez NO producen los mismos fenómenos que otras máquinas.

    Es un poco como un visionado más lento de una película que no daría sensación de dinamismo sino de un pase de diapositivas.

  2. yack dice:

    En este post planteas un tema realmente interesante, que se sale del ámbito de la ciencia y entra en el de la auténtica filosofía del siglo xxi. Yo propondría el siguiente planteamiento: En un instante T el universo posee una configuración determinada. En el instante siguiente, otra (T’). Hasta donde yo sé, el tránsito desde una situación a otra se produce por la aplicación automática de una serie de leyes y propiedades predeterminadas, como ocurre en una computadora.

    Ahora bien, a nosotros, los observadores humanos, nos parece que mediante la aplicación de nuestra santa voluntad, podemos modificar el estado T’, y en base a esa creencia nos permitimos elaborar teorías sobre el funcionamiento del universo, y me parece bien desde el ámbito científico que sólo aspira a realizar predicciones útiles.

    Pero imaginemos por un momento que la convicción de que tenemos voluntad y libre albedrio sólo es una sensación (hay experimentos que avalan esa idea), y que los átomos de nuestro cerebro, al formar parte del universo, evolucionan en el tiempo exactamente igual que el resto, siguiendo las mismas leyes, el mismo programa. Entonces nuestro pensamiento estaría tan determinado como el resto del universo, lo que nos lleva a la pregunta: ¿Quien programó la computadora universal y con ella nuestro propio pensamiento que no es sino un subprograma incrustado en el programa maestro?

    Saludos.

  3. Hola Héctor:

    Tal y como lo he expresado sí que hay un non sequitur. Me explico mejor: si gran parte de la naturaleza es un computador, tenemos un superordenador pero la naturaleza entera no tiene por qué ser un superordenador. Por ejemplo, el ciclo del carbono o la hipótesis de Gaia convierten el ecosistema en un superordenador (a pesar de que pudiese contener elementos no computables o que el resto del universo no fuera computable).

    Con el concepto de degeneración el problema que veo es que podemos hacer modelos falsos cuyos resultados sean correctos (serían formas invertidas de falacias ad logicam). El paradigma aristotélico tenía algunos resultados correctos a pesar de ser, en su mayor parte, falso. En caso de modelos falsos, entonces su estructura es diferente a lo que quieren emular, por lo que realmente, no lo emulan. O la teoría de Einstein o la de Newton es falsa.

    Y sí, a lo que me refiero tiene que ver con el concepto de universalidad computacional. Pero es más, se puede postular, no sólo que cualquier objeto podría ser una computadora si sabemos sacarle partido, sino que todo objeto lo es de por sí. Es una idea aparentemente descabellada y no la tengo nada madurada, pero me gusta pensarla.

  4. irichc dice:

    Los racionalistas hablaban de «máquinas naturales», respondiendo con ello afirmativamente a la pregunta que encabeza tu escrito. Pero esto no significa que las máquinas naturales y las artificiales puedan equipararse sin más. Tú mismo reconoces que habría que agotar la realidad para alcanzar este extremo, cuando ni siquiera sabemos si la realidad puede agotarse o es infinita.

  5. Adolfo dice:

    Siento no tener mucho tiempo para una respuesta currada. Voy a tomar una aproximación pragmática:

    Ya sabéis que tengo un blog dedicado a la numismática, por lo que se ve que tengo alguna otra afición aparte de la filosofía 🙂 En la numismática y en el coleccionismo de arte en general, el problema de las copias es evidente, porque te la pueden colar y perder mucha pasta.

    ¿Os imagináis conversaciones del siguiente tipo?

    A: «Mira, ésta es una copia perfecta de un duro de 1869 en calidad sin circular»
    B: «Muy bonito, ¿de cuándo es la copia?»
    A: «La hice hace tres días, en mi casa. Si quieres te la vendo por 5000 euros. Es un chollazo, una copia de éste se vendió por 45000 hace un par de meses, la única diferencia es que el otro era original de 1869, pero ¿es que acaso «los originales tienen una propiedad metafísica que los diferencia de sus copias físicamente idénticas»?»

    Pues sí. Los originales tienen dicha propiedad metafísica, y no es otro que el concepto de «Aura» del que nos habla Walter Benjamín en su ensayo «La obra de arte en su época de reproductibilidad técnica». Ese Aura viene a ser algo así como el vínculo entre el objeto y el sujeto que lo admira que se crea por el transcurso del tiempo o por los hechos acontecidos a dicho objeto. Es algo totalmente irreproducible. Nadie va a un museo a ver copias, sino originales.

  6. yack dice:

    Adolfo, el problema es que nuestro cerebro no está diseñado para la era digital donde se pueden hacer infinitas copias idénticas de una misma entidad. Entonces la mente de un coleccionista se cortocircuita y reclama una copia con alguna característica que la haga diferente e irrepetible, para colmar su instinto acaparador de objetos valiosos.
    Pero no deja de ser una manía irracional, muy extendida en el arte, y de la que viven muchos oportunistas.

    Saludos.

  7. Adolfo dice:

    Hola yack,

    no estoy para nada de acuerdo con tu opinión. ¿Por qué es irracional considerar que un elemento es irrepetible? ¿Por qué crees que puede haber dos copias idénticas? Pues yo niego las copias idénticas.

    Si tenemos un objeto, sea el que sea, y lo copiamos»totalmente» tendríamos dos objetos diferentes, puesto que al menos uno será el primero y otro el segundo, y al menos esa será la cualidad que les distinga. Cuestión aparte es que luego nosotros seamos capaces de distinguir uno de otro. Lo mismo pasa con las obras artísticas: aunque fuésemos capaces de hacer una copia indistinguible de una obra de arte, no serían dos copias idénticas, puesto que una se hizo hace 70 años y otra hace tres días. Una fue pintada por Dalí y otra reproducida por una máquina. Una fue expuesta y admirada en no sé qué museo o colección y la otra no… eso es lo que da valor a la obra de arte, y realmente es una propiedad metafísica e irreproducible de la misma.

    Por cierto, llevo meses pensando en contar esta idea en mi blog, pero dirigiéndome al público coleccionista, no a los filósofos. A ver si un día me animo y les hablo del bueno de Walter Benjamin.

    saludos,
    Adolfo

  8. yack dice:

    Hay entidades idénticas a todos los efectos como lo que yo estoy escribiendo aquí y lo que tú estás leyendo ahora. Es información pura, independiente del soporte y «metafisicamente» indistinguible.

    Luego están los objetos que son prácticamente indistinguibles para ningún ser humano, como dos ilustraciones impresas en una tirada de mil. Las pequeñas diferencias serían irrelevantes.

    Y luego están las copias que sólo distinguen los especialistas, como una buena falsificación de un cuadro original.

    Lo importante de un objeto son sus propiedades y si eres incapaz de distinguirlo de otro parecido, no debería haber para ti diferencia.

    Otra postura sería irracional y tendría que ver con el fetichismo, que consiste en desear un objeto, no por el objeto en sí, sino por las circunstancias que tiene asociadas. Por ejemplo, un pendiente de Marilyn Monroe. Y la prueba de que el fetichismo es irracional es que produce el mismo placer al poseedor tanto si es de Marilyn como si es una imitación barata comprada en un mercadillo, siempre que el incauto crea en la legitimidad de su procedencia.

    El arte está lleno de fetichismo irracional.

    Saludos.

  9. Adolfo dice:

    Cuando afirmaba que no hay copias idénticas me refería a objetos físicos, si hablamos de información sí que acepto que haya copias idénticas, pero lo acepto porque las propiedades metafísicas de la información son algo que no alcanzo a comprender, aunque lo he intentado (y lo seguiré intentando :p )

    Una cosa es que dos objetos sean indistinguibles y otra que sean distintos. Si tienen una trayectoria histórica diferente, entonces son objetos ontológicamente distintos, independientemente de si sus propiedades físicas son idénticas, a independientemente de si podemos o no distinguir uno de otro. Volviendo al coleccionismo, en España no se estira mucho, pero en otros países (como EEUU) se valora que una moneda haya pertenecido a una colección importante, y la pagarán más cara que otra idéntica pero que no haya pertenecido a esa colección.

    En muchas iglesias hay imágenes que tienen 800 años y la gente las reza. No quieren rezar a otra imagen parecida, ni aunque sea idéntica, ni aunque también tenga 800 años. Quieren rezar a esa imagen.

    ¿Son comportamientos irracionales? Pues sinceramente, no lo sé, pero aunque lo sean no me parece mal. Desde luego que si en El Prado tuvieran copias de los cuadros en vez de los originales, yo no iría al museo.

    saludos,
    Adolfo

  10. José Manuel dice:

    Hombre, adorar una imagen de hace tres mil años, por ejemplo, es igual de irracional que adorar la imagen que dibujó mi hijo ayer. Que nos gusten las representaciones humanas, no significa que la veneración no sea algo irracional. Por reverencias hacia los objetos sin utilidad en la historia de la humanidad no será. Qué arte.

  11. Adolfo dice:

    siento cierto carácter despectivo cuando utilizáis la palabra «irracional»…

  12. José Manuel dice:

    Adolfo, ese sentimiento es subjetivo por excelencia en este contexto. Yo lo veo, más bien, en lo que a mí respecta, como un carácter compasivo. «Homo sum, humani nihil a me alienum puto», decía aquél.

  13. Adolfo:

    La «originalidad» no es una propiedad metafísica del objeto. Es una valoración que hacemos nosotros, una interpretación en nuestra descripción del objeto. Ontológicamente, una moneda de 1869 y su réplica exacta hecha hace tres meses son idénticas (supongamos una copia tan buena que ni el mejor experto en numismática pudiese diferenciarla). La una no posee algo que no tenga lo otra. El valor no es propiedad del objeto sino del sujeto que valora. Por eso para un experto en monedas como tú una moneda de 1869 puede ser muy valiosa mientras que para un masaai sólo será un trozo de cobre circular.

  14. Adolfo dice:

    creo que no me he explicado bien.

    El valor es una cosa subjetiva y en muchos casos irracional, pero el aura es una cuestión ontológica e irreproducible.

    Un duro de 1869 (por cierto, es de plata) y su réplica exacta que ni el mejor de los numismáticos podría diferenciar hecha hace tres días son ontológicamente diferentes. Puesto que la sentencia «Existía de hecho el uno de enero de 1900» es verdadera para el primero y falsa para el segundo.

    Me recuerda a una crítica que se hacía a la idea del Eterno Retorno de Nietzsche. No recuerdo quién la hizo ¿pudiera ser Borges? La cuestión es que los átomos del universo no podrían volver a estar en la misma posición en otro momento al actual, porque si es «otro momento» entonces tiene que haber un contador o algo que permita distinguir ambos momentos. Si las configuraciones del universo son exactamente las mismas y no hay ninguna distinción ontológica entre ellas, entonces estamos en el mismo momento, no en otro momento igual.

    Otra cuestión es si una moneda y otra tienen el mismo o diferente «valor» artístico o histórico.

  15. yack dice:

    El concepto de copia y original sólo tiene sentido para un observador que sea capaz de diferenciarlas ya sea directamente o indirectamente con la ayuda de un experto. En el mundo real no existen copias ni originales.

    Simplemente existen «cosas». Sólo un agente inteligente puede establecer entre esas cosas relaciones de igualdad, parecido, etc.

    Y esas distinciones son simplemente habilidades desarrolladas para evitar que te den gato por liebre, es decir, que un sujeto que sí sepa diferenciarlos, te venda un cristal al precio de un diamante.

    Saludos.

  16. Adolfo:

    Son ontológicamente diferentes si aplicamos la idea de una historia física irreversible del Universo (cosa que la física actual parece defender), pero eso no da ningún «aura» como propiedad al objeto más antiguo sobre el moderno. El objeto más antiguo es simplemente más antiguo sin más. El hecho de valorar la antigüedad es, insisto, algo subjetivo.

    Así, volviendo al debate inicial sobre ser humano versus máquina que intenta copiarlo, si diseñáramos una máquina físicamente idéntica a un ser humano, tendríamos un ser humano. El humano no tendría nada que no tuviera la máquina, a pesar de que la humanidad tuviera una dilatada historia a sus espaldas.

  17. chica lista dice:

    Santiago, Héctor, no entendéis la perspectiva Numismática de aquí presenté en el espacio nuestro amigo Adolfo.

    Por cierto, la moneda era de oro.

    Saludos humanos observadores.

    Os deseo conocimiento infinito.

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