Una de las características de nuestra especie, que también compartimos con otras, es la de la posibilidad de sexo lúdico. La inmensa mayoría del mundo animal sólo realiza el coito para procrear, la mayoría de las veces, sólo en ciertas épocas del año, cuando la hembra es fértil. Nuestra especie es diferente, ya que las hembras no tienen una época de celo marcada, sino que pueden mantener relaciones durante todo el tiempo, siendo más fértiles secuencialmente durante la ovulación.
Es curioso que los que defienden que el hombre es algo mucho más «digno» que los animales, en el tema de la sexualidad no acepten nada más que la conducta animal, es decir, el sexo para procrear. O sea, que se congratulan de que el hombre sea el único animal que tiene sentimientos religiosos, pero que el sexo supere los límites de los puramente orgánico y entre en el campo de lo cultural les molesta… ¿Por qué?
Un tema polémico es la cuestión de si la homosexualidad es una elección libre del sujeto. Aparentemente, parece que no, ya que la atracción sexual es algo que te sobreviene de forma no voluntaria. Al igual que yo no elijo ser heterosexual y excitarme en presencia del sexo femenino, el homosexual tampoco lo elige. Sin embargo, si uno mira los resultados del famoso informe Kinsey puede cambiar de idea. En los años 50, Alfred Kinsey, entrevistó a 20.000 norteamericanos, preguntándoles por su sexualidad. Los resultados fueron muy sorprendentes (sobre todo para su época): el 37% de los hombres y el 13% de las mujeres habían tenido alguna práctica homosexual en su vida, y el 4,5% de hombres y 3% de mujeres eran predominantemente homosexuales. Una de las conclusiones que se sacaron fue que, aunque la homosexualidad plena se da en un pequeño porcentaje de la población, todos los hombres tienen un cierto grado de bisexualidad. En este sentido, por ejemplo, Michel Foucault afirmaba que los roles sexuales clásicos (hetero, homo, bi) no existen, siendo una construcción social. La sexualidad humana se antojaba mucho más compleja para encasillarla en tres categorías excluyentes. En este caso, la homosexualidad no es algo simplemente impuesto biológicamente, sino que estaría muy influido por factores culturales, teniendo un papel más importante la propia elección. Según Kinsley, la mayoría de las personas elige la heterosexualidad porque la homosexualidad está socialmente castigada. En una sociedad que no las penalizara, las relaciones homosexuales esporádicas serían mucho más comunes (como sucedía en Grecia o Roma).

Pero, ¿qué finalidad evolutiva podría tener la homosexualidad? Aparentemente, parece la contraventaja biológica por excelencia. ¿Qué puede ir más en contra de la supervivencia de tus genes que no tener descendencia? Este es el argumento principal de los homófobos, por el que dicen que es algo antinatural, una monstruosidad sin parangón en el mundo animal. ¿Sin paragón en el mundo animal? El biólogo canadiense Bruce Bagemihl nos dice que la homosexualidad ha sido observada en casi 1.500 especies y está bien corroborada en unas 470. Además tenemos relaciones de todas las modalidades: esporádicas o más duraderas, monógamas y polígamas, plenamente homosexuales (rechazando toda relación con el otro sexo) y hasta vitalicias (en el caso de algunas especies de pingüinos). Un dato curioso es, por ejemplo, en estructuras sociales matriarcales como es la de los bonobos, la homosexualidad es muy común, sobre todo el lesbianismo, que constituye el 60% de las relaciones entre hembras. Y es que, los homófobos suelen utilizar el concepto de naturaleza como les da la gana. A menudo confunden natural con normal o tradicional: si es algo que no hace todo el mundo o que no se ha hecho de toda la vida, ya es antinatural.
Las funciones evolutivas de la homosexualidad podrían ser las siguientes:
1. Favorecer la cohesión del grupo. Si no tenemos normas morales que la sancionen, la homosexualidad tiene una función integradora, y un grupo más unido, que colabora más, tiene más probabilidades de supervivencia. Por ejemplo, en el caso de los leones, los miembros de una pareja que ha tenido relaciones homosexuales cuidan juntos a las crías de uno de ellos, favoreciendo sus oportunidades de supervivencia.
2. La homosexualidad puede ser una alternativa vicariante cuando faltan individuos de otro género (como suele ocurrir en centros de reclusión: cárceles, cuarteles, conventos…). Se pudo realizar para aliviar tensiones después de un conflicto o situación estresante (como pasa con los chimpancés).
3. Retirar algunos competidores en la lucha por las hembras podría haber reducido la conflictividad, aprovechando este excedente energético (conquistar a las hembras supone un gasto terrible muchas veces no demasiado rentable) para otros menesteres evolutivos.
4. La existencia de individuos sin obligaciones familiares (mantener a sus hembras y crías) permitía nuevas funciones alternativas a la caza como, por ejemplo, la vigilancia, el seguimiento de animales o la fabricación de herramientas.
5. Puede ser una expresión de pautas de mando y sumisión. El macho dominante muestra su poder sodomizando a otros miembros más débiles del grupo.
Contra todos los tópicos y prejuicios, la homosexualidad tiene una función biológica, es decir, es algo tan natural como la propia heterosexualidad, porque el único sitio donde pueden buscarse leyes naturales es en la misma naturaleza, en el mundo de la biología, y no en los textos bíblicos (en los que, por cierto, se anima a la beligerancia contra el homosexual y se lo expulsa sin paliativos del Reino de los Cielos).