Enter de Void (2009): Tokio desde dentro

Publicado: 29 junio 2014 en Cine
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Aún no sé muy bien cómo Gaspar Noé consigue grabar ciertas secuencias. No sé qué tipo de grúas utilizará para colocar la cámara y cómo las mueve, pero el caso es que el efecto que consigue es realmente alucinante. Gran parte del metraje lo constituyen exclusivamente largos planos cenitales y planos-secuencia en donde la cámara sube al cielo, baja en picado, gira sobre sí misma… pero lo más espectacular es que consigue narrar perfectamente la historia. Uno podría esperar no enterarse de absolutamente nada, pero no, todo está bastante claro y excelentemente bien contado (quizá también porque la trama es simple). La historia, como no podía ser de otra manera tratándose del director del que hablamos, comienza por la mitad (al menos no va marcha atrás como en Irreversible), te va contando lo que pasa antes hasta llegar al principio, y luego te cuenta el final (con múltiples flash-backs al pasado), pero insisto: si otros directores hubieran hecho una película incomprensible, de esas que hay que ver tres veces para enterarte de algo, Gaspar Noé hace que la película tenga mucho más contenido al ser hecha de este modo. Y es que eleva el nivel del montaje a un grado de virtuosismo que yo, personalmente, rara vez he visto. Es un lenguaje cinematográfico muy diferente, pero extremadamente eficaz debido a su maestría técnica. Ha sido realmente bueno que una película de cine experimental haya contado con un presupuesto de más de quince millones de euros (¡y en plena crisis!). Eso se nota.

La fotografía es, igualmente, magistral. Jamás hemos visto Tokio de esta manera. Sí, es ver la ciudad completamente drogado, alucinando, hipnotizado ante el constantemente exagerado efecto de las luces de neón y de los múltiples colores y parpadeos que tiñen las escenas, mostrándonos el estado de ánimo de los personajes. Vemos un Tokio desde las alturas, pero no desde el plano aéreo que veríamos si rodáramos, por ejemplo, desde un helicóptero. Vemos un Tokio a ras de los tejados, atravesando constantemente paredes, entrando y saliendo de habitaciones, como si la ciudad fuera el conjunto de celdillas de un gran panal, como si Noé nos quisiera adentrar en las entrañas, en el corazón de la ciudad. Si te gustó la visión que daba Sofía Coppola de Tokio en Lost in Traslation, esto es lo mismo pero elevado a la enésima potencia.

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¡Ojo, a partir de aquí spoilers!

Está muy bien tratada la indefensión de Linda (Paz de la Huerta): guapísima pero muy ingénua, infantil, durmiendo con su osito de peluche. Siguiendo la fatalidad esperada termina como stripper en un burdel y novia de su dueño. Aquí, todos esperábamos que el novio (Mario) la maltratara, pero curiosamente no pasa nada. La trata bien, a pesar de que el espectador tiene miedo de que en cualquier momento le va a pasar algo malo (más después de la brutal escena de violación de Mónica Bellucci en Irreversible). Óscar, su hermano, quiere protegerla ya que después de quedar huérfanos tras el accidente de tráfico que acabó con la vida de sus padres (y que Noé nos cuenta brutalmente), es lo único que tiene en el mundo. La primera parte de la película está narrada en primera persona, desde los ojos de Óscar, hasta que éste muere asesinado por la policía en el baño de un pub llamado Enter the Void. Después, la imaginería de la película transcurre desde un plano aéreo, desde la perspectiva del «fantasma» de Óscar, que no sabemos muy bien en qué se reencarna (de hecho, el mismo Noé dice que no cree en la reencarnación), pero que está aquí, en cada secuencia (es un logro impresionante hacer que su presencia resulte casi palpable). El film pretende ser aquí una fusión entre el budismo propio de la tradición oriental y el Tokio postmoderno de la actualidad. Esta es la visión que Noé tiene de la ciudad.

El ambiente es sórdido: drogas y prostitutas. Los personajes están al borde del abismo. Óscar es un narcotraficante y Linda está al borde de la prostitución. Es muy significativo que Óscar esté muy preocupado por no caerse desde algún balcón bajo el efecto del DMT. Muchas secuencias se desarrollan en las alturas de Tokio, bajando y subiendo escaleras desde las que da vértigo mirar abajo. Así se expresa muy bien la idea del vacío, de estar al borde del precipicio y caer en la nada. Sin embargo, una vez que has muerto puedes volar, puedes ver todo desde las alturas sin ya miedo a la caída. Esta es la diferencia entre la vida y la muerte: caer al vacío o sobrevolarlo.

Óscar jura que si Linda tiene un hijo con Mario matará a ese hijo. Y así sucede. El «fantasma» de Óscar guía el destino de su hermana y cuando ésta queda embarazada, aborta (por supuesto, con primeros planos quirúrjicos del aborto y del feto). Al final Linda termina teniendo un nuevo hijo con Álex, un artista psicodélico bastante majo, mentor espiritual de Óscar (le presta «El libro de los muertos»), tal como, seguramente, Óscar hubiese querido. Álex será bastante mejor padre que Mario. La promesa de proteger a su hermana se cumple. Concomitantemente, se nos muestra visualmente una perspectiva de la vida después de la muerte. Este es el contenido metafísico de la película. No es gran cosa a nivel teórico, pero Noé no quiere teorizar, quiere visualizar, hacer sentir. Óscar está y no está, «vive» a través de las imágenes y los acontecimientos.

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Lo malo de la película es que Noé hace lo que le da la gana (Él mismo dice que no hace películas para el público), y si mientras la primera parte de la película es genial, la última hora se hace un tanto insufrible. Cada vez que se cambia de escena se hace una larga transición aérea que atraviesa la ciudad hasta llevarnos al lugar de la nueva. Pues bien, yo creo que la película tendrá más de media hora de transiciones sin más, media hora de atravesar edificios sin que pase absolutamente nada. La narración se ralentiza, todo ocurre mucho más despacio y nos tiramos una hora en la que solo pasan dos o tres eventos significativos entre idas y venidas de cámara. Hay que tener en cuenta que la película dura dos horas y media para un argumento que se podría contar en poco más de una. El espectador inquieto al que le gusta la velocidad del cine convencional saldrá espantado ante tanta reiteración. Parece que a Noé le gusta recrearse, volver una y otra vez a lo mismo. Se gusta y repite, pero claro, eso al espectador lo deja hecho polvo. Salen muchas escenas extrañas que no aportan nada a la historia: una de sexo lésbico con el compañero de piso de Álex danzando con dos linternitas, u otra, un largo recorrido sexual por el burdel de Mario, espléndidamente rodado, pero que no entendemos qué pinta en el argumento, más que una nueva recreación del mundo del director.

Enter the Void es una obra de arte, con sus virtudes y sus defectos, que te tocará la fibra, que no te dejará, para nada, indiferente. Es el uso, llevado al extremo, de un lenguaje cinematográfico diferente pero muy eficaz, de una altura técnica pocas veces igualada. Es de un atrevimiento temerario (y es que parece que a Noé le da igual todo, él rueda lo que quiere y punto) que lleva el cine experimental a otra dimensión y que, para gloria de Noé, funciona (aunque no para muchos espectadores). Es una experiencia audiovisual sorprendente que, por lo menos para mí, convierte a este creador en director de culto. Yo la recomiendo encarecidamente pero, ¡ojo!, siendo muy conscientes de lo que vamos a ver. No esperemos lo que no cabe esperar.

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comentarios
  1. pharmakoi dice:

    No la he visto entera aún, aunque no conocía al director y me parece interesante la película. Pero los créditos de inicio me resultaron tan desagradables que no pude verlos más de unos segundos seguidos. Hay un vídeo similar de Kayne West en el que se avisa al principio de que puede producir convulsiones en epilépticos, tampoco es algo que tú tengas que decir, pero creo que deberían poner alguna advertencia (no es que yo sea epiléptico, pero me llegó a parecer peligroso; eso sí, no te lo tomes como un ataque personal, la película me parece interesante y para quién disfrute con esos juegos de luces puede ser una experiencia muy intensa).

  2. Creo que el director se basa en el comienzo de La Naranja Mecánica, que también es similar. Y, bueno, a mí me molaron mucho. Gaspar Noé dice que las películas hay que comenzarlas fuerte.

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