Un tipo de epilepsia del lóbulo temporal denominada síndrome de Gastaut-Geschwind provoca entre sus diversos síntomas hiperreligiosidad, conversiones religiosas súbitas, preocupaciones filosóficas excesivas o hipergrafía. Desde luego este síndrome describe a la perfección a cualquier pensador medieval (y no tan medieval), más si descubrimos que otros síntomas que suelen acompañar a los anteriores son hiposexualidad, irritabilidad y viscosidad (adherencia emocional). No me digáis que no os imagináis así a Agustín de Hipona o a Pablo de Tarso. Personas con el síndrome de Gastaut-Geschwind «ganan» habilidades filosóficas, son mejores filósofos que otros cuyo cerebro está sano. Siguiendo a Freud, ¿no será la filosofía o la religión una enfermedad mental, un transtorno tratable con medicación? Algo tan difuso y poco tangible como Dios bien podría ser una especie de alucinación fruto de un desequilibrio, de un desajuste en la complejísima maquinaria cerebral (todos sabemos que cuanto más complejo es algo, más probabilidades tiene de fallar). El pensamiento, entendido en su sentido profundo, alejado de su utilidad pragmática, sería tan solo una enfermedad (conclusión maravillosa para nuestros ministros de educación). Yo, que soy filósofo, creo que no tengo el síndrome de Gastaut-Gerschwind, pero sí que creo que debo tener ciertas características cerebrales que me hacen más propenso hacia la reflexión, la escritura, el razonamiento, etc. No diría que mi cerebro está enfermo, pero aquí estaríamos ante los problemas de definir qué es realmente la salud mental y qué realmente no lo es. ¿Estoy yo más cerca de la enfermedad que alguien que jamás se ha preocupado por las grandes cuestiones de la existencia humana, alguien muy centrado en solucionar exclusivamente los problemas de su vida cotidiana? Pensemos en grandes genios como Aristóteles, Galileo o Newton. Fueron personas que dedicaron gran parte de su vida a problemas muy alejados de la mera adaptación a su medio, personas con características muy cercanas a este síndrome (y a muchos otros); pero gracias a ellas la civilización avanzó. ¿Es entonces la enfermedad algo positivo o incluso necesario para el progreso de la sociedad?
La corteza ventromedial, es una región del cerebro que está muy relacionada con el sentido de la existencia; es la que, entre otras cosas, da significado de unidad y coherencia a la realidad. Los individuos que la tienen hiperactiva suelen desarrollar manías y creerse omnipotentes, mientras que los que la tienen hipoactiva suelen pensar que nada tiene sentido.
Encontrar estructuras cerebrales que tienen que ver con las creencias ha dado pie a la polémica. Mientras que los científicos piensan que esta tendencia mental hacia la espiritualidad o la metafísica debe ser algo fruto de la selección natural y, por lo tanto, suponer algún tipo de ventaja evolutiva, los religiosos piensan que Dios nos puso una especie de antena Wifi mística para comunicarnos con él. Sea cual sea la respuesta a nosotros nos interesan más otras cuestiones. La primera es pensar en que si las creencias están determinadas por una estructura física, si modificamos esa estructura, podemos modificar la creencia. De hecho tenemos la estimulación cerebral profunda (Deep Brain Stimulation, DBS), que permite excitar eléctricamente nuestro cerebro. No se sabe muy bien el porqué pero ha sido un éxito a la hora de tratar ciertos tipos de depresión severa. Hay una notable mejoría en estos pacientes cuando se les estimula el área de Brodmann 25, región cuya hiperactividad tiene relación con este trastorno. ¿Qué pasaría si estimuláramos la corteza ventromedial de una persona muy religiosa? ¿Podríamos cambiar su creencia? ¿Podríamos convertir a una persona que cree que la vida está plena de sentido en un atormentado nihilista? Las investigaciones todavía no son concluyentes, pero parece que sea cuestión de tiempo que cosas así puedan lograrse.
Y otra cuestión, más profunda si cabe: ¿y si el ser humano no hubiese tenido corteza ventromedial? La evolución podría haber seguido un camino diferente y configurar el cerebro sapiens de otra forma. Entonces, ¿existiría la pregunta por el sentido de la existencia? ¿Existiría el sentimiento de vacío existencial? Y aún más: si el cerebro humano hubiera desarrollado áreas diferentes, ¿existirían otras preguntas filosóficas distintas que ahora no podríamos formular? Esto se hace muy comprensible si pensamos en el cerebro de un chimpancé, absolutamente incapaz de cualquier reflexión que se salga de su quehacer más mundano. ¿Y si nosotros somos como los chimpancés para comprender ciertos aspectos de la realidad? La noticia sería terrible: habría cosas que jamás podríamos ni siquiera imaginar porque nuestros cerebros no están diseñados para ello.
Fascinante, estupendo artículo.
¿Podría ser dios un subproducto de la mente y por tanto nada más que una idea? ¿Medicinas contra el fanatismo religioso? O mejor todavía, ¿pastillas para ateos irredentos?
Estupenda entrada. Eso sí, como filósofo (positivista) que soy, me gustaría dejar claro que no todos los filósofos padecemos ese síndrome, afortunadamente. Creo que está más asociado con la metafísica y la religiosidad que con la filosofía propiamente dicha.
Manipulando algunas zonas del cerebro, más que inducir otras creencias, se conseguiría una mayor o menor predisposición a asentar en su conciencia creencias de un determinado tipo, y con el tipo me refiero a espirituales, positivistas, que concitan temor, que concitan deseo, aquellas que provocan un repliegue hacia uno mismo, etc,
Creo que las respuestas son positivas para casi todas las preguntas.
Si estimulas el cerebro produces ilusiones como la de dios o la del yo.
No es sencilla la asignación de zonas a ideas, la localización, pero salvando problemillas técnicos, la respuesta es sí.
Somos así de simples.
Pero el cerebro es también muy flexible. ¿Estamos diseñados para el cálculo matemático? No, pero hay zonas responsables del pensamiento de propósito general.
De todos modos, lo único que nos confunde es la complejidad del cerebro y por más que busquemos interrogantes misteriosos la respuesta es pura actividad bioeléctrica
No está muy relacionado, pero hay un estudio del que se hablaba en el libro 678 monjas y un científico que me recuerda a esto. Se trataba de un estudio sobre el alzheimer, en el que encontraban una correlación muy alta entre el tipo de escritura y de expresión de unas monjas y otras y el desarrolo posterior de alzheimer. Parece que las que escribían de un modo, podríamos decir (filosóficamente hablando) más positivista, eran bastante más propensas a desarrollar alzheimer, al contrario que las que mostraban un estilo más poético. La correlación era realmente alta y se trataba de un estudio serio, pero no recuerdo que hablasen de la base neurológica de dichas conductas.
Sobre lo de la estimulación transcraneal (que no es lo mismo que la terapia electroconvulsiva, anque igual la metodología es parecida) y el pensamiento místico/religioso, F.J. Rubia ha escrito bastante y lo explica de un modo similar.
Se ha borrado el comentario que puse en la entrada anterior (específicamente era un vídeo corto sin una relación muy clara con lo que se trataba).
Se ve que tiene un nombre lo de el estilo de escritura, se le llama «idea density». No sería exactamente como yo lo he dicho, aunque tampoco parece que esté relacionado con la claridad en la enunciación (que es más bien lo que persiguen los positivistas) pero por lo que recordaba de ejemplos de textos de ambos tipos, el estilo de low idea density era cómo más concreto y objetivo. También he visto que los escritos técnicos presentan una densidad de ideas muy alta.
Sobre la terapia electroconvulsiva en la depresión, es una técnica que me recuerda demasiado a los tiempos (no tan lejanos) de la lobotomía y de la «cura» para la homosexualidad.
De hecho lo de las experiencias místicas, se trata de experimentos en los que se estimulaba el lóbulo temporal mediante estimulación magnética transcraneal (el de Persinger es el que se suele citar). La terapia electroconvulsiva es estimulación eléctrica mediante electrodos.
Por otro lado, acabo de ver que la estimulación cerebral profunda es un tratamiento quirúrgico, lo que, de aplicarse a casos de enfermedad mental, me provoca incluso más recelos, aunque habría que ver los efectos secundarios y la eficacia, porque en la TEC dejan mucho que desear.
aquí hay un artículo que ya habrás visto (o similares), y que no conozco su validez. Dicen que la DBS aplicada en el Ventral striatum y nucleo accumbens muestra buenos resultados. También comentan sobre técnicas de ablación quirúrgica (lobotomía le llamaban) que aún se siguen practicando. Aunque supongo que de manera un poco diferente.
A mi me da un poco de cosa, pero lo del DBS parece interesante.
Sobre DBS he leído cosas muy diversas (y parece que prometedoras), pero lo más flipante que he visto ha sido esto.
Dice el refrán que «una mala mujer no te hará feliz, pero te hará filósofo».
Desde Reescrituras te nominamos para el premio Dardos, en http://reescritura.wordpress.com/2014/09/22/blogs-y-premio-dardos/ encontrarás un poco más acerca de la distinción.
Saludos!
Muy buen artículo, estoy buscando información acerca de este tema, y así llegue a tu blog. Estudio psicología pero lo que me interesa es el psicoanalisis, cuando leo acerca de las neurociencias y afirmaciones como «La corteza ventromedial, es una región del cerebro que está muy relacionada con el sentido de la existencia» primero siento bronca, algo muy poco científico, pero luego pienso y me pregunto ¿podrá ser cierto?. De esa forma se abre un camino bastante interesante que me imagino debe estar avanzado, pero me produce curiosidad, y quiero saber mas… en tu artículo vos dejas el tema abierto y eso lo vuelve muy atractivo, entusiasma… Saludos!!!