La estrategia de la ingeniería inversa, hipótesis metodológica fundamental de la psicología evolucionista tantas veces mencionada por Pinker o Dennett, arrojó una gran luz a la hora de comprender la mente. Dicta así: ante cualquier cosa que te encuentres en el cerebro investiga cuál pudo o puede ser su función evolutiva. Antes no teníamos hipótesis alguna. ¿Para qué valía lo mental? Ahora tenemos vías de investigación. Es el gran legado de Darwin. Sin embargo, las explicaciones de los darwinistas han tenido grandes problemas para investigar ciertas facetas de la mente: ¿Qué utilidad para la supervivencia puede tener la música, el arte, la religión? Las consideradas más altas aspiraciones humanas no parecen poder explicarse bien desde esta perspectiva, más en las sociedades actuales, donde la «lucha por la vida» darwiniana no parece una preocupación esencial en nuestras vidas. Un ciudadano occidental del siglo XXI no se pasa el día pensando en cazar mamuts, protegerse del frío o recolectar frutas y raíces silvestres.
La alternativa habitual es pensar que esas facetas fueron efectos colaterales, epifenómenos de características que sí tienen una función evolutiva evidente. Tener capacidad de imaginarme el futuro o el pasado es extremadamente útil para planificar la obtención de alimento pero también puede servir, accidentalmente, para imaginar historias que nunca ocurrieron y escribir narraciones fantásticas de ciencia-ficción. De este tema ya hablamos aquí con más detenimiento.
Otra forma de entender el tema es pensar que todavía no conocemos del todo la evolución de las especies. Es posible que nuestro conocimiento de la selección natural sea todavía muy precario para, a partir de él, responder todas las grandes cuestiones. En esta línea lo importante será ahondar en nuestro conocimiento de la evolución e intentar comprenderla en toda su complejidad. Una profundización en el tema que ya introdujo Darwin en su bellísimo El Origen del hombre y la selección en relación al sexo es, como ya indica el título, la idea de selección sexual. Los seres vivos no sólo tienen que dedicar sus energías a sobrevivir en el sentido de alimentarse y protegerse de depredadores o elementos nocivos para sus vidas, sino que también, y con la misma importancia, deben encontrar el modo de pasar sus genes a la siguiente generación. No sólo hay que sobrevivir sino que también hay que encontrar pareja. Por eso otra función que podemos encontrar a las facultades mentales en nuestro propósito de ingeniería inversa, aparte de la supervivencia, es la búsqueda de pareja. La selección sexual ejerce una presión selectiva tan importante como la selección natural (si bien se subsume en ella).
Tenemos entonces una nueva hipótesis de trabajo menos explorada que la tradicional. Es la que sigue el psicólogo evolutivo de la Universidad de Nuevo México Geoffrey Miller. Veamos alguna de sus ingeniosas ideas:
Una de las grandes sorpresas que se llevó David Buss, uno de los principales psicólogos evolutivos en la investigación de la elección de pareja, fue cuando elaboró su magnífico estudio sobre las preferenicas sexuales en treinta y siete culturas de todo el mundo, a finales de la década de 1980, en el que pasó cuestionarios a dieciseis mil sujetos con todo tipo de culturas e idiomas distintos, con diferentes tradiciones e historias; Buss halló que, en todas las culturas, los dos rasgos más deseados de una pareja eran, para ambos sexos, la amabilidad y la inteligencia. No fueron el aspecto físico, ni el dinero, ni el estatus; fueron estos rasgos psicológicos, de importancia universal.
Interesante. Todo el mundo apostaría a que un buen físico, símbolo de salud y fertilidad, estaría por encima de cualquier otra característica. Pero aún más: ¿Podríamos entender el origen de la inteligencia o la amabilidad como ventajas evolutivas para la selección sexual? Seguramente que hemos menospreciado esa idea. Estamos seguros que la inteligencia vale para sobrevivir pero no le dábamos tanta importancia para ligar. Nuestra concepción cambia: no sólo nos hicimos más inteligentes porque es evidente que es mejor serlo para seguir vivos, sino que nos hicimos más inteligentes también para tener más probabilidades de éxito sexual. La selección sexual pudo ir puliendo gradualmente nuestra inteligencia. Miller llega aún más lejos:
Hay un fabuloso número de palabras que hemos aprendido y que no usamos con mucha frecuencia, pero que nos preocupamos de memorizar en su momento, que no parecían muy útiles en nuestra vida normal, pero que aun así utilizábamos de vez en cuando; estas son las palabras que aspiro a explicar: no las 5.000 palabras más útiles, sino las 95.000 palabras ornamentales [un ser humano adulto posee unas 100.000 palabras por término medio según Miller. A mí me parecen demasiadas]. Mi predicción es que, en su mayoría, se utilizan durante el cortejo, esencialmente para lucirse, para mostrar lo brillantes que somos, lo buena que es nuestra capacidad de aprendizaje y nuestra memoria para las palabras. Sabemos donde se encuentran estas palabras en el cerebro: aproximadamente en el área de Wernicke, en ciertas zonas del hemisferio izquierdo; sabemos que existe maquinaria especializada en el cerebro para aprender estas palabras; sabemos que el tamaño del vocabulario es un indicador de inteligencia extremadamente potente, y es el motivo por el que los tests de medición del CI contienen preguntas de vocabulario; en unos pocos minutos de conversación con una persona tomamos el vocabulario que utiliza como indicador bastante fiable de su inteligencia, así que se trata de un aspecto extremadamente útil en la elección de pareja. La hipótesis es que el propio tamaño del vocabulario ha sufrido una poderosa influencia de la selección sexual, y que la mayor parte de las palabras que conocemos no la hemos aprendido por su utilidad para la supervivencia, sino para el cortejo.
Geoffrey Miller, en un artículo titulado La selección sexual y la mente
Muy curioso. Parecía difícil de explicar por qué disponemos de léxicos tan amplios, de cerebros capaces de almacenar tal cantidad de vocablos cuando para comunicarnos con nuestros congéneres necesitaríamos bastantes menos. ¿Por qué tantos sinónimos, tantos tipos diferentes de expresar una misma idea, tanta variedad de juegos lingüísticos? ¿Por qué tal riqueza en el lenguaje? Para ligar, para exhibirnos delante de nuestra pretendida pareja cual pavo real mostrando su colorida cola. Según Miller, no hace falta ser muy guapo, es mejor ser amable y mostrar tu inteligencia con una culta conversación. ¡Hay que ser más pedantes!
Sin embargo, a pesar de que las ideas de Miller y de los demás psicólogos evolucionistas puedan ser interesantes y prometan sugerentes vías de investigación, creo que hay que cogerlas con pinzas. No dejan de ser especulaciones, más o menos atrevidas, que parten de pruebas bastante pobres tanto del conocimiento de nuestro cerebro como de la evolución en general, simplemente porque sabemos todavía demasiado poco de ambos temas. Es posible que la selección sexual haya tenido importancia en el aumento de nuestra inteligencia o la mejora de nuestro lenguaje, pero explicar todo lo que la inteligencia y el lenguaje representan sólo a partir de aquí me sigue pareciendo muy poco y muy arriesgado.
Paradigmáticamente acertado. Estoicamente acotado.
En pura lógica, tener una buena musculatura sirve para sobrevivir y ese hecho hace que nuestra pareja la valore como «sexy». Tener una barriga prominente y fofa no ayuda mucho a la supervivencia y por eso resulta sexualmente repulsiva.
Salvo en algunos casos raros, como la cola del pavo real, el concepto de atractivo sexual está relacionado con la eficiencia objetiva. Y dado que nuestro mayor valor como especie es la inteligencia, es normal que se la tenga en cuenta al elegir pareja.
Conocer muchas palabras nos permite desplegar un lenguaje con más matices y densidad informativa. Además enviamos el mensaje de que somos más eficientes de lo normal (mayor puntuación en un test de inteligencia lingüística) y, por tanto, parejas más apetecibles que, llegado el caso, tendrán más probabilidades de salir airosas de las dificultades que surgirán a la familia en el futuro.
Saludos.
Interesante entrada. Sin embargo, no mencionas el tema de los memes, que si tratas en otras entradas. La memetica tiene un poder explicativo para algunos fenomenos (el desarrollo del lenguaje es uno de ellos) en los que la explicacion biologica/sexual. Que piensas de ello?